Opinión

Más de lo mismo

Más de lo mismo
No hay posibilidad de freno en una situación como la actual con elecciones generales continuas

Los tiempos políticos no son los tiempos de la Justicia. Esta frase, que se repite mucho entre los juristas, quedará demostrada en las próximas semanas, cuando se espera una tormenta perfecta judicial que estallará en plena campaña electoral o en sus prolegómenos.

En esta mezcla explosiva no falta un solo ingrediente: Cataluña, corrupción pepera, promesas electorales. Del juicio de Quim Torra a la Púnica, de la exhumación de Franco a los ERE. Y el relámpago total, el “procés”. Las previsiones centran en los últimos días de septiembre y en el mes de octubre varios de estos hitos judiciales que, inevitablemente, tendrán repercusión electoral.

No hay posibilidad de freno en una situación como la actual con elecciones generales continuas. Parece que en política estamos condenados a vagar por el tiempo en un presente perpetuo. Pero de aquí al 10 de noviembre queda mucha tela por cortar en los tribunales. Resalta de manera sobresaliente el asunto catalán y la incapacidad del régimen para dar respuesta a esta cuestión de innegable trascendencia.

Con estos datos, ¿cómo los líderes políticos responsables de esta situación son capaces de minusvalorar la voluntad popular y esta mezcla explosiva que se nos viene encima? Pero lo peor es que quieren convertirla en una impúdica baza electoral contra los rivales. En este país no se discute sobre políticas, sino sobre políticos. Y recordemos que los Estados sin capacidad de reforma ponen en peligro su propia conservación.

El ejercicio de señalarse los políticos unos a otros como culpables de la situación con el que han perdido el tiempo durante cinco meses (de abril a septiembre) ya no engaña a nadie, sino que los desenmascara a todos. El país sigue sin un Gobierno capacitado para ofrecer soluciones a los problemas más graves e impostergables, prepararse para la anuncia nueva crisis económica que se acerca y acometer las reformas sustantivas y las mejoras necesarias de los puntos centrales de nuestro sistema.

En esta situación las preguntas que se me plantean son: ¿Quién de nuestros líderes espera que se le premie por esa actitud estéril y por prolongar su protagonismo hasta el próximo año? ¿Quién seguirá ya esas intervenciones mitineras con las que nos martillearán ahora en los telediarios del domingo? ¿Quién atenderá a los discursos de una nueva campaña electoral?

Los políticos programan siempre el futuro para “después de las próximas elecciones”. Pero cuando estas llegan, volvemos de nuevo, a reemprender el “más de lo mismo”, a tener que volver a empujar como Sísifo la roca de la ingobernabilidad. Se nos dice que vivimos en tiempos de urgencia, que no se puede esperar, pero todo se deja siempre para ese esperado mañana que nunca acaba de llegar.

Pero lo que más me pone de los nervios es la insistencia de nuestros políticos en convocarnos una y otra vez a nuevas elecciones generales, cuatro en los últimos cuatro años. Esta es una forma de decirnos que no sabemos votar, que ya está bien, que a ver si damos de una vez la mayoría a Sánchez o a Casado, porque Rivera e Iglesias, no cuentan. Estamos volviendo, sin darnos cuenta, al bipartidismo imperfecto.

Así que, al final, los culpables no son los políticos incapaces de ponerse de acuerdo, sino los ciudadanos. No solo incumplen el mandato que le hemos dado, sino que encima nos trasladan la responsabilidad por el desaguisado. No les basta con fomentar la polarización, que es en el fondo lo que impide los consensos y los acuerdos, sino que quieren además que les hagamos el trabajo que tienen encomendado. De nuevo tengo que gritar “No nos representan”, como en el 15-M.

Pero, entre tanto, debemos levantar una barrera infranqueable entre la crítica severa a los partidos políticos y su irresponsabilidad consumada esta semana, porque hay una convocatoria a las urnas el 10 de noviembre. Como ciudadanos con convicciones democráticas seguimos teniendo el deber de votar, porque es la forma que tiene nuestra sociedad de participar en la toma de decisiones y gestionar sus problemas colectivos. No digo más.