Opinión

La Paz

Todavía recuerdo la nefasta imagen de una periodista lanzando una patada a un refugiado

Si pudiésemos decir que las guerras tienen algo bueno, eso sería que permiten la aparición de héroes. Héroes que permiten la existencia de increíbles historias en las que la ternura es la principal protagonista. Son historias en las que las imágenes suelen ser de las que quedan grabadas, no en las retinas sino en el corazón. Porque aún en el sufrimiento de las guerras hay espacio para corazones solidarios que se ofrecen a ayudar y a paliar los desastrosos daños. Mientras unos tiran bombas o gases lacrimógenos, otros se esfuerzan en que los niños no extravíen a sus familias o en que las escasas raciones de alimentos que se ofrecen en las tiendas de ayuda humanitaria lleguen a todos por igual.

Todavía recuerdo la nefasta imagen de una periodista lanzando una patada a un refugiado. Pero acabo de ver en la televisión otra imagen mucho más amigable, de esas que ayudan a olvidar al menos en parte, esas otras malas imágenes. No hablo de  otra  más que la de una periodista ayudando a un niño de cinco años, ahogado en llantos, a encontrar a su familia. Y tras el ansiado reencuentro ese niño diciéndole a la periodista “te quiero”.

Y me ha llamado la atención porque el niño tenía cinco años, los mismos que dura esta terrible y odiosa guerra siria. El niño ha nacido en medio de estallidos, carreras, huidas y exilio. El niño ha nacido en medio del conflicto y no conoce la paz. Pero desea la paz aunque sea para él una desconocida, se dice que seguro que será mejor que lo que conoce. Ansía que la paz vuelva y se instaure en una sociedad que agoniza.

Estas cortas palabras son simplemente para invitar a la reflexión y pensar si nosotros, desde nuestra posición y la distancia, no podríamos hacer algo más por desear también esa tan necesitada paz.