Opinión

Resucitar del roto

Resucitar del roto

Ha finalizado la semana “santa”. Sietes días que la tradición católica dedica cada año a rememorar una serie de acontecimientos del que Jesús de Nazaret fue protagonista hace ¡2.000 años! Una dramática representación que comienza con un domingo de alegría por la “entrada triunfal” de Jesús en Jerusalén.

¿Por qué tantas personas, según se cuenta, aclamaban a este hombre, maduro en la treintena y montado en un borriquito? En esos 7 días se pasa del jubilo de la llegada al otro jubilo del resucitado, pasando por un “calvario” de sucesos, nunca mejor dicho. Entra aclamado, triunfante, celebra una cena con acompañantes, se retira a meditar al huerto de los olivos (algo malo intuía), es apresado, es azotado, es condenado, es crucificado, muere, se le da sepultura.

Después de esa pasión y muerte, de esa tortura y asesinato, finaliza esta serie de acontecimientos con la resurrección, ultimo hito de la historia mítica de este Jesús de Nazaret, a pesar de haber nacido Belén. Roto, quebrado, por latigazos, por traiciones en quienes confiaba, ejecutado horriblemente, dicen que es una muerte dolorosa, angustiosa porque el reo se asfixia, desangrándose. Sufre una gran rotura física e incluso anímica, ya que llega a dudar de sí mismo, incluso de su dios. Un dios al que llama “padre”. ¡Muy fuerte!, ¡pero que muy fuerte! Y dos mil años después toda esta tragedia se vive en las calles con sentido festivo a tope.

Espectáculos procesionales, marchas militares con números circenses en el manejo de los fusiles (armas de muerte) que, sin recato alguno, acompañan las representaciones de una persona inocente que está siendo vilmente azotada, humillada, cargada con el madero en el que la clavarán. Y podrá observar desde un intensísimo dolor a quienes lo insultan, a quienes se alegran de que muera, así, como un perro abandonado. ¿Roto? Mucho más. Y por fin el descanso de la muerte, para, según afirman sus creyentes, resucitar.

Sin llegar a estos extremos, en la vida de cada uno de nosotros se produce algo de esa pasión, de esa rotura, de esa quiebra en la personalidad. Momentos tiene la vida en los que tus decisiones, la voluntad de otras personas, las circunstancias, te llevan a un estado psicológico en el que te sientes rota por dentro. Interiormente experimentas como sentimientos, sueños, expectativas se hacen trizas, que producen cortes internos, dolorosas heridas. La oscuridad se hace más profunda y no ves salida alguna. Salir de esa espiral del sinsentido de la vida es el gran reto. Quienes no pueden desgraciadamente se la quitan.

Sale ahora mi nuevo tema “ROTO”, en el que pretendo subrayar la fuerza de la resurrección interior. Lo compongo en un momento clave que todos tenemos que pasar. Porque quien no se rompe no florece. No renace. No crece. Para crecer y evolucionar hacer falta siempre romperse, mudar la piel, el cascarón, romper la crisálida, romper la bolsa al nacer… romperse es un requisito para nacer. Y yo estoy pariéndome, naciendo desde mí. Un mensaje hacia mí misma que sólo puedo hacerlo escribiendo, cantando y compartiéndolo.

El corazón sufre, y se puede romper, incluso de tanto amar. Y hasta el tiempo se percibe roto de “tanto estirar todos los momentos que se me van”. Al final no queda otra, se recobra el ánimo y entonces “me coso una por una, menguo y me lleno como la luna”. Porque en mí, y solo en mí, se encuentra la energía para recomponerme, para resucitar de tanta “muerte”. Muchas religiones trasmiten un mensaje de esperanza para después de esta vida. En el caso de la católica, que tan de cerca se nos impone vivirla por usos y costumbres, el rito del volver a la vida sólo es posible desde la paz, el sosiego de la “muerte”.

Superado el sufrimiento, alejada del dolor y la angustia, puedo considerar todo lo que la vida nos regala, nos da generosamente. Podemos sentirnos afortunados por este don que recibimos de nuestras madres y me digo a mí misma ¡Que bien!, aprovechar la invitación a repensarnos y revivirnos cada día, a pesar de las “roturas del alma”.