Opinión

Las calles huelen

Las calles huelen

Las calles ya huelen a luces, a compras y a celebración. Pronto llegarán los brindis, los buenos deseos para el año nuevo, los besos, los abrazos… Pero seguirán faltando los verdaderos signos de fraternidad, de amistad y verdadera felicidad. De pronto todos nos volvemos buenos y capaces de olvidar antiguos rencores y roces. De pronto surge una ficticia magia que no existe por mucho que queramos, por mucho que lo imaginemos. Se nos termina el tiempo de esos 365 días con los que contábamos para llevar a cabo los buenos propósitos que nos hicimos ya hace casi un año.

Las calles huelen a promesas de campaña. Huelen a visitas esperadas a ciertos lugares donde aguardan los flashes, los diarios y entre ellos también los “creyentes” que no son otros que los posibles votantes en las próximas elecciones; los llamo “creyentes” porque en estos días, es cuestión de fe llegar a creerse ciertas las afirmaciones que algunos visitantes vociferan y anuncian. Traen bajo el brazo las soluciones a todos los males, el antídoto infalible a nuestros dolores y a la causa de nuestro sufrimiento. Llegan tiempos de mayores mentiras, falacias y embustes. Porque si ellos conocían la solución… ¿a qué han esperado para desvelarla? ¿Acaso no era válida la acción de aportar la manera de reparar el problema estando en la oposición?

A mí cada vez más me huele a pólvora, a odio provocado, a tensión que se hubiera podido remediar. Cada vez más se escuchan los bombardeos que todavía están lejos y nos llegan a través de los diarios, de la televisión o las radios. Cada vez llegan más refugiados que huyen del miedo causado por los tiros, cambiándolo por otro miedo provocado por el rechazo. A mí me suena cada vez más extraña la palabra “Paz” cuando la deseamos  como el que desea “Felicidad”. Por lo uno  y por lo otro debemos trabajar, pues no llegan así porque sí. Los deseos son un invento que nos hicieron creer, todavía no sé a cuento de qué. No existen duendes que los concedan. Existe el trabajo duro, el esfuerzo y la continuidad.

Pero sucede que a veces hay quien olvida que también es importante la lealtad. Existe gente sin escrúpulos capaz de sacar partido del sufrimiento de otros, robando los frutos del trabajo duro que otros han realizado. Odio a los que no conocen el significado de esa palabra “lealtad”. Odio a los que se hacen llamar “buscavidas” y en realidad son miserables delincuentes disfrazados. Quizás la Paz fuese posible si empezásemos por identificarlos a ellos y expulsarlos. Quizás la Felicidad pudiese ser real si nadie restase en la suma obtenida con nuestro sudor.

Se avecinan días en los que tendremos que convivir con una extraña mezcla de promesas, compras y pólvora. Quizás teniendo presente lo uno y lo otro, seamos capaces de discernir qué es lo que queremos y qué es lo que debemos hacer para conseguirlo. Tal vez solo así seamos capaces de conocer nuestros verdaderos deseos y trabajar por ellos. Tal vez con todo ello logremos extirpar de nuestras vidas la hipocresía creciente en estas fechas.

Sigo pensando que la “Paz” es posible. Sigo pensando que existe la “Felicidad”. Permítanme creer en ello, pero mientras no las alcanzo, permítanme en mi carta a los reyes magos pedir un buen cargamento de prozac.