Opinión

Puñetazo

Puñetazo

Lo que no puedo aceptar es que tú me agredas o invadas mi espacio. Ni tampoco que justifiques a aquellos que lo hacen.

No sé cómo empezar a escribir lo que trato de exponer. En cierta manera puede que sea cierto eso de que hay actos capaces de dejarnos sin palabras, y el de esta tarde ha sido uno de ellos. Si hay algo en el mundo a lo que realmente le tenga miedo, no es a otra cosa más que al miedo en sí. Tengo miedo a no ser libre, a que cohíban mi manera de pensar, a que condicionen mi ideología, a que me impidan actuar; pero sobre todo tengo miedo a tener miedo a hacer cualquiera de las cosas que he nombrado.

Puedo aceptar que tú no estés de acuerdo conmigo. Puedo aceptar que yo no lleve siempre la razón. Puedo aceptar que tú también tengas derecho a equivocarte. Puedo aceptar que por veces y por tensiones alguno de los dos alce un poco la voz, pero solo un poco. Puedo aceptar que la manera en que cada uno decide hacer las cosas sea diferente a como las haría yo. Como también puedo aceptar que yo no te guste, o no te gusten mis zapatos, o mi peinado, o lo que digo, o lo que pienso, o lo que hago. Todo esto lo puedo aceptar.

Lo que no puedo aceptar es que tú me agredas o invadas mi espacio. Ni tampoco que justifiques a aquellos que lo hacen, ni que justifiques ningún acto de violencia realizado. La verdad es que no me importa el nivel al que se ejerza ni el tipo de violencia del que se trate, simplemente lo encuentro inadmisible. Libertad y violencia son dos términos que no bailan bien en el mismo salón. Considero inaceptable que se trate de argumentar en defensa de lo indefendible. Y no me parece ético rebuscar en la hemeroteca para terminar diciendo, como evidencia de una inaptitud: “Pero tú más”.

No sé si he sido capaz de exponer bien lo que pretendía. No sé si tú estarás de acuerdo o en desacuerdo conmigo. No sé si tú eres más de unos que de otros, o de ninguno, o de todos a la vez. Solo espero que me leas con atención, aceptes que puedo opinar de distinta forma a como tú lo harías y que me respetes.

Termino con una frase que he leído hoy. Es de Isaac Asimov, un escritor estadounidense que nació en 1920 y murió en 1992: “La violencia es el último recurso del incompetente.”