¿Vale todo, en política?
Sin embargo, en esta pelea por hacerse con el poder, además de acabar con nuestra paciencia, los actores políticos reducen sus palabras a expresiones burdas y soeces con las que alimentan proyectiles letales con los que pretenden acabar con su oponente.
Según parece, todo vale. Y, con ello, se pervierte y banaliza el lenguaje hasta extremos peligrosos, utilizando expresiones de odio y términos que despojan de su valor a la democracia.
Hoy, la frecuencia con la que se siguen los debates parlamentarios es cada vez menor y cuando lo hacemos es para comentar los improperios, insultos y descalificaciones.
Desconocemos lo fundamental y los porqués de las iniciativas parlamentarias y los porqués de la contraposición de argumentos, que siempre deberían ser expuestos con respeto.
Hoy es muy difícil afirmar que en los medios de comunicación, algunos en particular y en las redes sociales, se pueda conseguir una calidad de lenguaje mínimamente aceptable. El insulto, lo soez y lo chabacano, es lo más incisivo y lo que pega más.
La Presidenta Ayuso ya ha pasado el Rubicón y se ha entregado al abrazo de la ultraderecha, para evitar que se destapen sus chapuzas e irregularidades.