Opinión

Adiós a las mascarillas

Adiós a las mascarillas

Ahora que nos preparamos, a cuenta de los carnavales, para recuperar el tradicional «¿me conoces, mascarita?», llega el adiós a las mascarillas. Esas que convivieron con nosotros como mecanismo de protección contra la covid-19.

El Consejo de Ministros ha levantado la obligación de llevarlas en el transporte y en otros ámbitos, una medida anunciada por la ministra Carolina Darias.

Llega la medida justo en precampaña, ¡qué casualidad!, y llega también cuando los sanitarios alertan sobre la situación de estrés que vive la red asistencial ante la combinación de covid, escasez de medios y enfermedades propias de los tiempos de invierno.

Pero se ve que eso no importa, o será que ya no le hacemos caso a esos profesionales sanitarios. A fin de cuentas, está claro que estuvimos durante el confinamiento saliendo a los balcones a aplaudirles no porque valorásemos de verdad su trabajo, sino porque así podíamos vernos las caras y conversar con el de la ventana de al lado.

Es evidente que la mascarilla nos incomodó. Pero ha salvado en este país muchas vidas. Miles. Decenas de miles... y podría haber seguido salvando muchas más si no tuviésemos (o tuviesen) tanta prisa. Como también es evidente que algo más de coherencia y de coordinación entre países habría sido de agradecer. En estos últimos meses ha sido un absoluto disparate acudir a un aeropuerto y ver cómo a la misma terminal llegaban pasajeros de vuelos nacionales que sí tenían que llevarla a puesta a bordo y otros con origen en plazas extranjeras que hacían cuatro y cinco horas en un avión sin necesidad de ponerse el tapabocas. ¿Alguien lo entiende?

Pero quizás lo más doloroso de estas prisas por liberarnos de la mascarilla es que, al hacerlo coincidir con el tiempo preelectoral, se le da un argumento extra a los negacionistas del covid y a los antivacunas para retroalimentarse y salir victoriosos en la batalla entre ciencia y sinrazón.

Pd. No es la ministra de Justicia, Pilar Llop, persona dada a declaraciones ante la prensa. Se le suponía, por tanto, perfil mediático bajo, cosa que no es ni buena ni mala. Extrañaba, eso sí, su silencio en el debate sobre la ley del 'solo sí es sí' dadas sus competencias. Ayer abrió la boca y quizás hubiese sido mejor que mantuviera el voto de silencio. Sus palabras sobre la violencia contra las mujeres y lo fácil que es demostrarla con solo enseñar la herida suponen dar varios pasos atrás en el terreno avanzado. Cuesta defenderla.