Opinión

Ciudades invisibles

Ciudades invisibles

Nos encontramos en una época en la que vivimos en grandes ciudades, las ciudades capitalinas , o en ciudades medias como la nuestra que ha superado con creces los cien mil habitantes. De hecho, Algeciras es bastante más grande en población que muchas de las capitales españolas. Y son tiempos de ferias, Sant Jordi, etc.

En Barcelona este Día del Libro (Sant Jordi) han sido miles y miles las personas que ha participado y , según dicen, es la edición en las que más libros y rosas se han vendido.

Por otro lado, Sevilla ha acabado la Semana Santa y ha entrado de lleno en la feria. Ahí, igualmente, son miles y miles de personas las que participan y se habla de más de setecientos millones de beneficios para la ciudad en todos los aspectos.

Y así sucesivamente, fiestas y ferias, grandes ciudades, grandes urbes que viven inmersas en semanas de trabajo y fines de semana y puentes en los apartamentos de la costa y en nuestro caso, en Tarifa, Bolonia, Palmar o Zahara.

Estas son nuestras ciudades. Y en nuestros pueblos, algo parecido. Y estamos en crisis pero no se nota ni en los puentes ni en las ferias ni en Sant Jordi, ¿Pero qué ocurre realmente aquí?.

Pues que también, de forma paralela a estas urbes  existen también las ciudades invisibles, ciudades que forman parte de los mismos términos municipales que las otras pero que la situación  de ellas es totalmente diferente. Son las invisibles.

Muy cerca de Las Ramblas, existen una serie de  barrios marginales y de prostitución, narcopisos, etc, que están muy lejos de esas Ramblas a pesar de su cercanía geográfica y parecen ser totalmente invisibles porque no cuentan para nada.

Igualmente  pasa con esa Sevilla de faralaes y que a poca distancia están las tres mil viviendas. Invisibles totalmente y ni siquiera lo tenemos en cuenta para nada.

Uno de cada tres jóvenes está en riesgo de exclusión social. Y el 40% de los andaluces dedica el 40% de su sueldo para pagar un alquiler que está por las nubes y que no les deja vivir de manera  medianamente digna.

Son nuestras ciudades, pero no las de faralaes o las de Sant Jordi, sino las invisibles, con las que nos ponemos un velo para intentar no verlas.