Opinión

La educación y la ignorancia

La educación y la ignorancia
Cuando se habla de educación y formación, se acaba siempre poniendo al personal docente en el disparadero. Todo el mundo habla y dice esto o lo otro, pero hasta los que defienden a machamartillo la escuela pública y el prestigio del profesorado cantan de oído, sin partitura, no saben de qué va.

Por otra parte, los dirigentes políticos y sus voceros, que en este caso sí conocen el asunto, cogen el rábano por las hojas y hacen demagogia barata. La primera pedrada es el número de horas que cifran en el tiempo que el profesor está frente al alumno, que es como decir que un violinista solo trabaja el tiempo que está en el escenario.

La educación es el futuro de las sociedades y la investigación una inversión para la prosperidad. Alemania, Suecia, Holanda y Dinamarca han subido su presupuesto de I+d porque entienden que así aseguran el futuro, mantienen el nivel de inversiones en Educación y promueven campañas para involucrar a todos los sectores sociales en la dignificación de la Enseñanza y la valoración de la investigación. Así les ha ido, así les va y así les irá.

¿Qué hace España? Justo lo contrario: reducir a cifras irrisorias las ya bajísimas aportaciones a la investigación y herir de muerte el sistema educativo. En las encuestas, el profesorado siempre sale mal parado. Descargan sobre el aula todo el peso de una sociedad dimisionaria en la Educación, porque ya dicen en África que para educar a un niño hace falta toda la tribu. Y esa es la formación que se prepara frente a una crisis tremenda. Abdicar de la Educación es una sentencia condenatoria para las próximas décadas, y ya empieza a no ser un chiste que España en unos años estará por debajo de Vietnam en la lista de los países desarrollados. Y la cantinela de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades es directamente mentira.

Es triste que la política sea el destino de muchas personas con escaso equipaje, incluso iletrados totales, y al mismo tiempo la sociedad sea tan exigente con la titulación exigida para desempeñar cualquier trabajo ( de ahí el penoso nivel político que tenemos a todos los niveles). Alguien que no haya podio acceder a un puesto de trabajo por carecer de los estudios básicos, por gracia de la política, puede llegar a dirigir el servicio para el que ni siquiera pudo optar.

No se le permite ser policía municipal y pudiera llegar a ser el concejal responsable de Seguridad o incluso alcalde. Así que nos movemos entre la mala fe y la incompetencia. Los cargos públicos, aunque sean elegibles, tendrían que ir acompañados de la formación necesaria para desempeñarlos, porque las urnas no dan la ciencia infusa. No hay que ir muy lejos , los tenemos muy cerca.

La incompetencia puede ser mucha, pero en este caso, como en el de la Sanidad, está claro que lo que se pretende es liquidar lo público para convertir lo que es un servicio en un negocio. Siempre hablan del gasto en educación o en investigación científica, cuando en realidad es una inversión de futuro. Hace años, Derek Curtis Bok, un abogado estadounidense, profesor de Derecho y entonces Rector de la Universidad de Harvard, a las acusaciones de que poner mucho dinero en enseñanza arruinaría al país, contestó: «Si cree que la educación es cara, pruebe usted con la ignorancia».