Opinión

El lamentable caos judicial

El lamentable caos judicial

Que haya tenido que venir un comisario europeo a ver cómo funciona la Justicia en España tiene delito. Esto no se lo merece un país en el que algunos se rasgan las vestiduras cuando alguien dice que nuestra democracia es mejorable, y acto seguido esos mismos se encargan de dar argumentos para esa tesis.

Los cargos institucionales tienen unos tiempos y unas formas de funcionamiento. Nos podrán gustar más o menos, pero hay que cumplir con ellas, y quien no esté a gusto, pues ya sabe de qué va una democracia: las normas son cambiables, pero para eso hace falta una mayoría que tenga la legitimidad para acometer la modificación. Es así de sencillo y debe operar así, tanto si es una institución de las primeras en el rango jerárquico como la más modesta en el municipio más pequeño.

Dicho lo anterior, la interinidad en que ha estado viviendo -y sigue estando- la cúpula judicial española es una burla la ciudadanía. Y ya no es cuestión de señalar quién tiene la responsabilidad, como si fueran culpas, porque hay para repartir en todas las direcciones: los gobernantes, por dejación, porque había mecanismos parlamentarios para salir de ese limbo; los opositores, porque han jugado a que el sistema se pudriese y han facilitado precisamente que tenga que venir un señor de fuera a calibrar el mal olor de nuestras vergüenzas; y los propios actores judiciales porque les ha venido bien que el asunto se prolongase, ya que les preocupaba más hablar de cuotas entre progresistas y conservadores que desatascar juzgados y garantizar el correcto funcionamiento de un poder clave en todo Estado democrático. Como cuenta el dicho, a nuestra Justicia entre todos la mataron y ella sola se murió...

Si miramos al Occidente del que formamos parte, hay sistemas de renovación de los órganos judiciales para todos los gustos: en unos eligen los jueces, en otros el poder legislativo -que representa la soberanía, que no se nos olvide- y también los hay mixtos, ya sea al 50% o con figuras que garantizan una ponderación. ¿Cuál es más democrático? Ninguno sobre otro. Democrático es aquello que nace de unas Cortes democráticas, que tampoco se nos olvide...

Lo que no es democrático es ese ejercicio de hipocresía consistente en dejar que la enfermedad derive en gangrena y, si es posible, en sepsis mortal. A eso se ha estado jugando en este asunto con una irresponsabilidad mayúscula.

Ha hecho falta una dimisión para que los dos máximos responsables del país se sienten a hablar: eso retrata perfectamente la irresponsabilidad en que vivimos.