Opinión

Pedro Ruiz Berdejo

Pedro Ruiz Berdejo

En medio de la bulla de la Feria de Sevilla. Perdido en las noticias de las  mil cincuenta casetas, bastantes  medios de comunicación han omitido su muerte.  Ni siquiera esos nuevos “andalucistas” que han aparecido ahora, se han acordado de él, posiblemente porque ni le conocían.

En este mundo no se puede ser discreto, quien lo es  como Pedro corre el riesgo de ser ignorado en su último viaje. Después de haber creado ciento seis asociaciones, entre otras alguna tan importante como la Fundación Blas Infante de la que fue vicepresidente desde su creación hasta su fallecimiento, o tan activas como el Ateneo Popular, que sus sucesores no han sabido mantener, o la Asociación Pro Defensa de la Copla Andaluza, Pedro Ruiz-Berdejo nos ha dejado, con la discreción que siempre le ha caracterizado. Si hubiera sido un tertuliano de los programas corraleros de alguna cadena de TV, seguro  que estaría en todos los informativos. Pero en vida se dedicó a trabajar, a crear para despertar conciencias, para defender ideas plausibles capaces de hacer mejor un mundo en declive, pero eso no es lo que el declive quiere, lo que persigue una sociedad rota y satisfecha por su rotura.

Habría sido íntimo de Blas Infante si no hubiera sido un niño cuando asesinaron al Padre de la Patria Andaluza, pero siempre fue abogado de la familia a la que estaba unido por lazos de amistad entrañable. Le venía de familia. Amigo de sus amigos hoy sus amigos tenemos motivos para llorar su falta y pedir para él el homenaje que las autoridades negaron a su amigo/nuestro amigo José Luis Ortiz de Lanzagorta a quienes el olvidadizo oficialismo ha condenado al olvido como al propio Carlos Cano hasta después de su muerte. Hay muchos olvidados en esta tierra de la memoria masacrada y la ignorancia voluntaria, porque la ignorancia, fomentada y casi santificada por el poder, podría ser más rentable que la percepción limpia y clara de la realidad. Cuanto menos percepción, cuanto menos comprensión, cuanto menos conciencia, más libertad tendrán los políticos para decidir sin pensar en sus electores, forzados estos a centrarse en unas campañas limitadas a la conveniencia de los electos y a su demagogia .

Hoy Andalucía entera debería lamentar la pérdida de Pedro Ruiz-Berdejo, abanderado del andalucismo y enamorado de Andalucía, el que a sus nueve años consiguió avivar el convencer a Pètain para que devolviera, al menos, uno de los cien cuadros robados por el mariscal napoleónico del Museo de Bellas Artes de Sevilla. El que en lo cultural, en lo económico, en lo histórico y en lo futurista, siempre estuvo presto para la defensa de los intereses de Andalucía teniendo siempre presente que Andalucía existe para sí, para Iberia y para la Humanidad. Porque el andalucismo es un humanismo, quizá el primer nacionalismo humanista, quizá hasta ahora uno de los escasos nacionalismos humanistas, más que humanista, humano, si no el único.

Obligado es terminar este artículo, como hacía Pedro, con un alto y vibrante ¡Viva Andalucía Libre! La que él soñaba: una Andalucía libre para sí misma, pero al mismo tiempo también por todos los pueblos de la Humanidad.