Opinión

¿A qué estamos jugando?

¿A qué estamos jugando?

Por si ya no hubiera demasiados titulares inquietantes, ahora hay un terremoto en Turquía, que es una catástrofe real con miles de muertos, herido y ciudades enteras en la ruina total, y es angustioso solo pensar en las personas vivas atrapadas en montañas de escombros y a las que hay que llegar contra reloj.

Muchas veces nos quejamos con razón de que parece que hay una voz poderosa e invisible que ordena que ahora toca meter miedo desde los medios de comunicación, de tal manera que la mayoría de los informativos parecen relatos de terror. Es verdad que pasan cosas muy graves, pero enseguida las convierten en espectáculos y poco a poco la verdadera esencia de la noticia se diluye en la repetición y la guerra de palabras en debates y en las redes sociales.

Posiblemente sea una manera de amedrentar, pero de no actuar, para evitar muchas de estas desgracias, y se pasa de la muerte de unos ancianos en el abandono a usar el valioso tiempo de la comunicación para contar que el actual rey de España se come las uñas. Y a todas estas, aparece la madre Naturaleza con su poder ilimitado y genera titulares reales, aunque pronto los muertos, heridos y desaparecidos que se cuentan por miles se irán difuminando con los globos chinos y el griterío agotador de los bares y parlamentos, que no sé cuál es más cansino.

Resulta que es noticia que haya tiempo revuelto en el mes de febrero, que llegue una ola de frío polar en el cénit del invierno o que haya nevadas en las montañas y en el interior de España. La noticia sería que esto no ocurriera, como en semanas anteriores, en las que nos acogotaban con playas levantinas a 20 grados y la «pertinaz sequía» de siempre. El caso es mantener a la población encerrada y calladita, mientras las grandes corporaciones ganan miles de millones y mantienen a sus trabajadores en condiciones casi medievales. Pero eso no asusta, porque las cifras del empleo están como nunca, aunque con unos salarios tan miserables como siempre (o peor) y unos precios desbocados, pues si todo sube, y con ello los beneficios en proporción ¿dónde va ese dinero caído del cielo (que publican sin ruborizarse), si se quejan los empleados a pie de calle, los transportistas, los productores del sector primario o los operarios de la industria cada vez más raquítica de este país, y cualquier persona que dependa de un salario? Pues nada, sacamos en el Telediario a un reportero pasando frío bajo la ventisca en un puerto de montaña y ya tenemos tema, y en última instancia debatimos un ratito entre profanos sobre el cambio climático, que siempre es culpa de otro.

Lo que realmente ocurre no sale en las noticias. ¡ China espía a Estados Unidos y a Latinoamérica con globos espía! Claro que son globos espía, eso seguro, porque no creo que el gobierno chino esté interesado en si va llover o no en Cartagena de Indias, o qué temperatura marcará el termómetro en Baltimore, por si hay que llevarse una rebequita en mayo, por si refresca. Ya eso lo dan los noticiarios locales. Pues vale, China espía, vaya novedad en un planeta en el que todos espían a todos.

No me explico cómo el pueblo español no está en la calle, exigiendo lo justo y oponiéndose a una guerra a la que por lo visto quieren llevarnos. Y nosotros solo empeñados en saber quién es cabeza de lista en las municipales de un pueblo cualquiera. Por lo visto, solo interesa el poder, porque la mayor parte de los sindicatos, partidos y entidades de la sociedad civil están tragando con todo esto. Están pasando cosas muy gordas, pero eso queda para después de los Carnavales y la Semana Santa. Es febrero y hace frío.