Opinión

Vencer el hartazgo

Vencer el hartazgo

Abstraerse del circo que va de la mano de las campañas electorales es una tarea compleja. Ver estos días a quienes aspiran a gobernar las instituciones tomar las calles con sus rostros, visitar barrios lanzando a diestro y siniestro promesas gratuitas sin acuse de recibo y reuniéndose hasta con su sombra tratando de rascar un voto me hace pensar en esas reposiciones televisivas de viejas películas que conocemos tan bien que incluso podemos seguir algunos de sus diálogos.

Imagino, al ver llegar la caravana de la candidatura de turno, la cara que se le debe quedar a esa parte de la ciudadanía que reside en núcleos que demandan desde hace décadas tener un alcantarillado que les libre de pozos negros o vertidos , unas aceras que les permitan transitar sin miedo a sufrir un atropello al ir al comprar el pan, unas vías de acceso a sus casas que no sean caminos de cabras que ponen a prueba la amortiguación y la paciencia o un servicio público de transporte que sea una alternativa real al vehículo privado a la hora de cumplir con sus obligaciones profesionales, formativas e incluso disfrutar de su tiempo de ocio.

Entiendo el escepticismo al escuchar, como una cantinela, compromisos de solventar numerosas cuestiones que se han cansado de reclamar a la institución responsable de velar por su bienestar en busca de una respuesta que muere en el trámite telemático o que, en el mejor de los casos, recibe como respuesta la confirmación de que la queja se ha remitido al departamento correspondiente.

Comprendo perfectamente el cansancio de quienes, venciendo el pudor que produce airear los problemas personales, se arman de valor y deciden acudir a un medio de comunicación para exigir solución a una situación que condiciona o complica su vida.

Soy perfectamente consciente del estupor que debe causar a estas personas escuchar a quienes han tenido la oportunidad de resolver algunas de sus reivindicaciones durante doce años y no lo han hecho y a quienes vienen a suplir a los que tampoco han estado a la altura.

Pero también tengo claro que no podemos dejarnos vencer por el hartazgo y ejercer un derecho que es un bien preciado por el que lucharon quienes nos precedieron. Y sobre todo que, por mucho que hable la clase política, la última palabra es nuestra, de la ciudadanía. Así que ¡Ojo!, que no os engañen.