Cultura

José Manuel León y Mónika Bellido. Tributo a Paco con denominación de origen

José Manuel León y Mónika Bellido. Tributo a Paco con denominación de origen

Domínguez Saucedo

El VIII Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía afrontó en la noche de este martes su recta final con un concierto doble que dejaba sobre el escenario el homenaje más 'especial'.

Abrió la noche José Manuel León. Camisa blanca, chaleco negro y guitarra. Sin más aditamentos, sentó en la enea sus hechuras de heredero, de ese poso reposado que el genio de La Bajadilla nos ha dejado en unos cuantos virtuosos de la tierra. Y, sin duda, José Manuel León es uno de los máximos exponentes, de eso que se ha dado a conocer como la escuela algecireña de guitarra.

Sobriedad. Música directa al corazón sin artificios. Y una de los grandes tesoros que muestra este joven algecireño, el de la capacidad de crear su propia música. Sin duda, uno de los caminos más difíciles que dejó abierto el maestro y sobre el que León sigue firme, echando al puchero la proporción exacta de virtuosismo, introspección, flamencura y búsqueda de nuevos sonidos.

Y así sonó, de principio a fin, en un recital íntimo. Arrancó por tarantas. Él solo en el escenario. Como arrancaba siempre el de Lucía. Rebuscándose y arañando en el alma el eco de uno de los palos de guitarra más jonda. Trémolos y picados que dieron paso al solemne toque por soleá, que el algecireño mantuvo en un compás muy vivo y rítmico, y donde le acompañó al cajón su inseparable Ángel Sánchez 'Cepillo', que midió también el temple de la guitarra asomando el cante a la noche del María Cristina.

José Manuel León es una de las mejores guitarras del panorama flamenco actual. Pero no la deja quieta en un recital de malabarista. Se duele y se rebusca en su identidad y su sonido propio. Todo un lujo en estos tiempos que corren. Así lo demostró en un tercer tema que sonaba a canción folklórica, pero que fue haciendo desembocar en unas siguiriyas con un compás arremetido, recortado y enérgico.

Incurrió después en la guajira, con su sonido indiano perfectamente imbricado y con la expresividad y la alegría que imprimen al toque los tonos mayores. Ritmo y desahogo dramático para una actuación que José Manuel León remató al compás de alegrías, un palo donde también volvió a encontrar todas las posibilidades rítmicas y expresivas para dar a su música su personalidad propia, navegando todo el tiempo entre el sonido intermedio y sabroso de la cantiña y los ecos nuevos y evocadores de su sonanta.

Tras él, llegó el turno de Mónika Bellido y su flamenquísimo cuadro. La voz en off de Paco de Lucía dejaba adivinar el contenido de tributo que iba a tener la actuación, que arrancó con los sones de 'Canción de amor' del genio de La Bajadilla, que pronto rompieron en la soleá apolá 'El espejo en que te miras', que Paco popularizara con Camarón de la Isla. 

Majestuosa de principio a fin, Mónika Bellido llenó el escenario con su presencia, con su movimiento incansable sobre las tablas, con su ir y venir de brazos desde su alma hasta el cielo, con el relampagueo de sus mantones, con el requebrar constante de su cuerpo. La bailaora estaba feliz, estaba plena en la noche del homenaje a su admirado Paco, y su actuación desprendió ese halo de entrega y alborozo.

Junto a ella, un cuadro flamenco de muchos quilates, con un ramillete de lo mejorcito del flamenco en clave algecireña. Al cante, José Santiago 'El Tarasco' y Luis de Mateo fueron alternando la voz afinada y laína del primero y afillada del segundo en un sinfín de intervenciones que fueron arropando a cada momento a la bailaora algecireña. A la guitarra, Antonio Martín y Fran de Algeciras. Dos maneras distintas de transmitir el toque, las dos de enorme calidad. Martín cuajado en el sonido fresco y virtuoso de los seguidores de Paco, al que emuló en algunas intervenciones magistrales. Fran más asentado en la solemnidad y la flamencura. Los dos, a fin de cuentas, escuderos del sonido de todo el espectáculo, que mantuvieron vivo como un sistema nervioso. No faltó tampoco el sonido del violín y la percusión, como tampoco la presencia de José Luis Santiago 'El Lías', uno de los máximos exponentes jóvenes del baile algecireño, que acompañó como escudero al baile de Mónika Bellido.

La actuación fue un derroche de cante, toque, música y baile. Un paseo por infinidad de palos que se iban sucediendo unos a otros en un espectáculo muy estudiado, donde se notaba el guion y el trabajo para dejar una noche para el recuerdo. Soleás, caracoles, siguiriyas, cantiñas, martinetes, guajiras, tangos, alegrías y bulerías fueron sucediéndose en un alegato permanente del arte flamenco.

Las incursiones a dúo de Mónika Bellido y El Lías por bulerías llegaron al público con especial efecto, como lo haría después un número por martinetes en el que todos los músicos soltaron sus instrumentos para acompañar a la bailaora en un coro de bastones golpeando el suelo a compás. 

Una noche muy especial, muy algecireña, con denominación de origen. Una noche que, a buen seguro, habría arrancado la sonrisa de Paco de Lucía, viendo toda la pléyade de flamencos jóvenes, buenos, de calidad, de corazón y entrega, que deja su legado en la ciudad. Y viendo como todos ellos se despedían del escenario de su homenaje con una auténtica fiesta por bulerías: "y si no se le quitan bailando, los dolores a la molinera..."