Perico Pañero y José Carlos Gómez. El tronco negro del faraón y el vértigo de la libertad

Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta
Perico Pañero y José Carlos Gómez/ Tomoyuki Hotta

Cuando en 1975 la casualidad quiso que Paco de Lucía acompañara a Antonio Mairena en una actuación en el Festival de las Minas de la Unión se estaba produciendo un hito dentro de la historia del flamenco. La suerte quiso que haya llegado a nuestros días una grabación de aquel encuentro insólito, en el que se daban la mano la tradición cantaora de las viejas casas gitanas con la mayor revolución musical que había experimentado el flamenco.

La cita de anoche en la asociación de vecinos de El Embarcadero, en El Rinconcillo, evocaba aquel encuentro 47 años después. La directiva de la Sociedad del Cante Grande quiso juntar en las tablas a Perico Pañero y José Carlos Gómez, dos artistas algecireños, los dos vinculados a la peña desde sus inicios artísticos, y los dos herederos, en cierta forma, de aquellas dos corrientes flamencas que se dieron la mano en La Unión. Perico, uno de los máximos exponentes en la actualidad del cante gitano, uno de los más indiscutibles seguidores de los caminos de la razón incorpórea que trazara el maestro de los Alcores. José Carlos, discípulo de Antonio Sánchez Pecino y seguidor de la revolucionaria música de Paco de Lucía, representa en la actualidad uno de los estandartes de lo que se ha dado en llamar la escuela de guitarra algecireña.

Los dos, a fin de cuentas, intérpretes de un mismo lenguaje, de un mismo código, bajo el heterogéneo manto del flamenco.

Comenzó la noche en solitario Perico Pañero, que quiso corresponder a la próxima llegada de la Semana Santa con una saeta. Especialmente emotiva la dedicatoria a todos los padres y todos los José, en una noche que era singularmente sensible para la familia Lérida. "De sus santas barbas le jalaban"... Perico se acordó de Manuel Torre, quebrando el silencio y adelantando las arremeteúras que traería la noche.

Le siguió, también en solitario, José Carlos Gómez, que regaló un primer pase de guitarra de concierto que arrancó con El Greco, la colombiana que le ha valido el segundo premio Paco de Lucía recién creado por la Fundación SGAE. Cambió de guitarra y también cambió de sonidos, adentrándose ya en una interpretación por soleá en la que el algecireño se empapó de jondura. Fue yendo a más José Carlos Gómez, que pasó a un tema por alegrías y otro por bulerías donde ya atrapó al público por completo, paseándose por los mismos caminos sonoros que instituyera Paco, deleitándose en acordes y melismas de gran belleza, y ascendiendo y descendiendo en el virtuoso vértigo de picados y alzapúas. 

Mención aparte merecen las palmas de José Peña y Abel Harana, Los dos artistas participaron en las alegrías y las bulerías de un diálogo vivo, frenético con la guitarra, sobradísimo de compás y de sabor.

Tras un descanso, llegó la catarsis. La que trae siempre a las tablas un Perico Pañero comprometido no sólo con la esencia de las viejas formas cantaoras y con la tradición de las casas gitanas, sino también con una forma de entregarse en las tablas hasta dar el máximo de sí mismo. Un compromiso con la afición que le hace recuperar sobre el escenario la atmósfera propia de la vivencia flamenca.

Comenzó por malagueñas, encendiendo un ambiente de solemnidad en el diálogo con la guitarra. "De quererte de noche y día"... Perico comienza con el temple tradicional de la escuela gaditana, para después romper en la malagueña del Mellizo, que hace de una manera magistral, sin soltarla, sin dejarla morir en cada tercio, y elevando su sonido de dolor y musicalidad de manera sublime.

Prosiguió por soleá, donde sabe mecerse como nadie en el compás, ligando los tercios, alargando y acortando. Un auténtico recital en el que se paseó por toda la geografía de estilos que reúne este palo. Cantaor y guitarrista se fueron ahormando poco a poco, y se encontraron en la siguiriya, un cante en el que Perico saca a pasear todos los duendes, requebrándose, doliéndose y poniendo toda su alma. Comenzó por Jerez, dejando que la inspiración le llevara a otros estilos como El Nitri, recordando a Antonio Mairena. "Ovejitas eran blancas y el praito era verde"...

Perico Pañero y José Carlos Gómez se terminaron de romper, como no podía ser de otra forma, en el fin de fiesta por bulerías, donde el cantaor volvió a entregarse al público, levantando hasta el cielo sus brazos y su figura de espiga, y derramando arte y gusto en cada letra, en cada movimiento. Un verdadero lujo para los sentidos en el que también terminó participando el baile de Abel Harana en una despedida apoteósica.

Sólo puede haber agradecimiento a la iniciativa de la Sociedad del Cante Grande, que trajo en la noche de este sábado una propuesta única, muy especial, con un sabor muy algecireño y en una atmósfera mágica donde El Rinconcillo recordó también sus viejas noches flamencas. 

El siempre certero objetivo de Tomoyuki Hotta estuvo allí para inmortalizarlo.