Llegada de los niños de Ucrania
Llegada de los niños de Ucrania

Algeciras. La última estación de un durísimo viaje huyendo del horror de la guerra

Algeciras. La última estación de un durísimo viaje huyendo del horror de la guerra
Pocos minutos antes de las dos de la tarde, el autobús procedente de Varsovia hace su última parada en la avenida Pérez Arriete, en la puerta del centro comercial Bahía de Algeciras, donde una veintena de algecireños reciben a sus ocupantes con pancartas de bienvenida en español y ucraniano y con globos azules y amarillos, los colores que casualmente simbolizan tanto a la patria ucraniana como a la algecireña.

El primero en bajar por las escaleras del autobús es un niño pequeño, de unos seis años, con un peluche entre sus brazos. Entre sus pertenencias, poco más que eso y algún documento que le ha servido para poder ser repatriado. Conforme pisa el suelo, su rostro es el estallido mismo de la felicidad y la tranquilidad, una estampa que asombra cuando se piensa en un éxodo entre bombardeos, tras días y días recorriendo kilómetros y soportando el frío y la escasez de alimentos y agua.

Tras él, un total de 17 menores, acompañados también de parte de sus familias (sobre todo de sus madres), bajan del autobús. Abrazos, llantos irreprimibles y muchos, muchos gestos de alegría, al haber alcanzado la meta tras la angustiosa amenaza de la guerra y la muerte.

El autobús salió hace dos días de Varsovia. A bordo, 17 de los 51 niños que la asociación campogibraltareña Niños de Ucrania tiene en el país que en los últimos días está siendo devastado por las tropas rusas. El resto de los ocupantes del autobús, todos familias ucranianas huyendo de la guerra, se fueron quedando en distintos puntos de la geografía española.

Cogida de la mano de Vica, una rubísima pequeña de ocho años, su madre cuenta entre lágrimas: "Siempre estaba muy pendiente y hablando en todo momento con ella. Me decía llorando 'tengo miedo', y yo aquí desesperada sin poder hacer nada. Todo el tiempo del viaje me decía 'estoy de camino'”.

Cada reencuentro es el de una historia que se deja atrás, el de un horror que les ha perseguido durante días. Sin embargo, en el rostro de los pequeños se adivina la felicidad y una impresionante serenidad. "Son gente muy fuerte", explica Lola Perea, presidenta de la asociación Niños de Ucrania. "Estas personas que vienen con los hijos llevan arrastrando hambre y penurias durante años, pero aguantan. Y el frío. Les cortaron el gas, y tuvimos que llevarles carros de leña este invierno, casa por casa, para que se pudieran calentar y hacer de comer o lo que tuvieran".

Llegada de los niños de Ucrania1
Llegada de los niños de Ucrania

Cristóbal Cabello es secretario y cofundador de la asociación. Es padre de acogida de una niña que permanece aislada por las bombas en la zona norte del país. Fue, junto con el vicepresidente del colectivo, una de las personas que decidió partir desde Algeciras hasta la frontera polaca para sacar a los niños de la guerra, y uno de los que ha realizado la interminable travesía de dos días en autobús. "Ha sido un viaje un poco agotador, sobre todo para los niños. Aparte de las horas y el miedo que han pasado en Ucrania", explica.

Cristóbal cogió un avión en Madrid hasta Amsterdam, desde donde voló hasta Cracovia para desplazarse hasta la frontera con Ucrania. Allí fue testigo de la desoladora imagen de la guerra: "Es muy triste, es como si ves una película de la Segunda Guerra Mundial, pero en color".

La espera duró varios días, ya que los niños tardaron en llegar. "Han vivido mucho miedo. Pero ellos no suelen contar nada, son de hierro, están hechos de otra pasta". En la frontera, el papel de Cristóbal, como el de muchos españoles y europeos desplazados para ayudar, fue clave para conseguir traer a los pequeños. "Tiene que ir gente autorizada de la ONG y documentada", explica Lola Perea. "Polonia en eso es muy exigente. Nadie se va a subir en autobús allí hasta que la Policía no lo autorice. Están todas las policías de los países coordinadas para que no pase nada raro, que nadie coja un niño que no es suyo, a una chica engañada. Eso me gusta. Pero es agotador toda la tarea de hacer documentos y certificados y siempre piden más".

"La misma monitora nuestra está a 14 kilómetros de Kiev y está bombardeada, es decir, no tiene luz, no tiene agua. Por las mañanas, para no gastar batería, me dice sólo 'estoy viva'. Yo le mando información de niños y ella va anotando". El resultado de este trabajo se traducía en las familias que bajaban del autobús en Algeciras, entre ellos niños de todas las edades, algunos con chupete. "Todos los que hemos podido evacuar", afirma Lola.

Un éxodo de kilómetros a pie

Pero la felicidad que los pequeños y sus familias mostraban este mediodía frente a la algecireña playa de Los Ladrillos no ha sido fácil de alcanzar. Detrás quedan días de terror bajo las bombas y de un penoso éxodo por el devastado país ucraniano. "Ellos no quieren ni recordarlo, porque de noche se metían en los sótanos donde tienen las patatas y todo eso. Y estaban aguantando. Decían que no querían venir. Pero cuando veían que las aldeas contiguas estaban arrasadas y no quedaban ni las casas, entonces se decidieron", explica Lola Perea.

El problema era la precariedad, ya que ni siquiera tenían coche. Para salir de sus poblaciones tuvieron que recorren kilómetros a pie hasta llegar a una ciudad en la que Niños de Ucrania había establecido el punto de encuentro. "Le indicamos que tenían que ir ahí, y que a las ocho y media, cuando cesara el toque de queda, tenían que estar en el sitio acordado, porque el autobús no podía ir casa por casa. Gracias a eso les hemos podido repatriar".

"Allí estuvieron, hasta que se llenó el autobús y se dirigieron a la frontera. Han tardado dos días y medio en llegar a la frontera de Polonia, y después hasta Cracovia otras cinco horas", explica. Un viaje en el que dejaban atrás días de horror. "Todos han conocido las bombas. Llevan ya siete días con el ruido y con mucho miedo. Algunos no duermen"

Llegada de los niños de Ucrania
Llegada de los niños de Ucrania

No todos lograron subirse al autobús que les ha dejado en Algeciras. Pero no será el único. 48 personas han salido ya de Varsovia en otro autobús que llegará a Algeciras presumiblemente el sábado. A bordo del mismo viaja la hermana de la hija de acogida de Gabriel Ramiro, un conocido profesor de la Escuela Politécnica que también ha querido compartir la felicidad de la llegada con el resto de familias.

Su hija de acogida terminó quedándose a vivir en Algeciras, donde actualmente trabaja de esteticista. De su familia, tan sólo su hermana con dos pequeños ha podido huir de la guerra y viaja ahora en el autobús que la conducirá a Algeciras. "Vienen desde Kiev. Han salido de allí prácticamente a bombazos", explica Gabriel Ramiro, que detalla que "menos mal que el ataque que hicieron dos días antes sobre la estación de tren en Kiev no afectó mucho al tráfico ferroviario, entonces pudieron coger el tren y venir a la frontera".

"Viene con dos críos, uno de once y otro de nueve años. Lo hemos pasado mal, porque huyendo de las bombas podían caer en cualquier desgracia. El padre de esta familia se ha quedado allí, porque no puede salir, ya que todos los hombres de entre 60 y 18 años están o en el Ejército o prestando servicios humanitarios a la población", explica.

"Esto no es una acogida al uso"

La asociación Niños de Ucrania lleva desde 2003 ayudando a los más pequeños de un país azotado por dos décadas de conflicto, donde el frío y la escasez de alimentos y oportunidades se ceba con los más vulnerables. Ello llevó a impulsar un trabajo en el que ya son 51 los niños que las familias algecireñas se traen en Navidad y los veranos, además de prestar ayuda humanitaria a sus familias durante todo el año.

Sin embargo. La situación ahora es muy distinta. "Esto no es una acogida al uso", explica Lola Perea, presidenta del colectivo. "Yo ahora mismo no tengo ni siquiera autoridad sobre niños, porque vienen con sus madres. Yo lo que tengo es que coordinar y ayudar y orientarlos. Estas familias tienen que seguir unidas y lo que tienen que hacer es buscar un futuro de trabajo, instalarse aquí. Esto va a ser muy largo".

Llegada de los niños de Ucrania
Llegada de los niños de Ucrania

La situación ha disparado el número de solicitudes de familias campogibraltareñas para acoger a niños o a familias ucranianas en su éxodo. "Son innumerables. El teléfono no puedo ya físicamente atender todas las llamadas. Es de noche y de día. Anoche tuvimos que repatriar a ocho personas, y tuvimos que estar preguntando a enlaces hasta que se arregló a las tres de la mañana. Y eso es constante. Están saliendo infinidad de personas. Y también tenemos aquí solicitudes innumerables de familias. Pero ya no es cuestión de acoger a un niño, sino a familias enteras. Lo habéis visto, que vienen hasta niños con chupete".

Ahora, el desafío de la asociación es traer al resto de niños que las familias algecireñas tienen en la guerra, especialmente los que se mantienen en la zona norte sin poder salir por los constantes bombardeos. "El problema grande son las familias de cerca de Chernobyl y los 22 que tenemos en un orfanato. Estamos esperando un alto el fuego para tener un poco de confianza y sacar a esos niños de esa zona", explica Lola Perea.

Entre los padres de acogida de esos niños se encuentra Cristóbal Cabello, que se muestra esperanzado en poder encontrar una solución. "Allí tenemos a nuestra niña, que ahora mismo está con su padre y con su abuela". La idea es encontrar el momento adecuado para iniciar el viaje de su repatriación. Entre tanto, Lola Perea busca la manera de conseguirlo: "Ahora mismo, la directora me dice que estoy loca. No tienen permiso ni posibilidad de salir con ese bombardeo. Fíjate tú la tarea que nos queda todavía".

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