A finales de los ochenta, An-Tonio ya empezaba a tocar en la batería de grupos locales como Los Sekuaces o La Destilería. Su creatividad explosiva le hizo ya tener a principios de los noventa un repertorio propio, haciéndose cargo de las guitarras y la interpretación. 

Junto a su banda comienza a dejar la huella de su particular sonido, un punk con acento andaluz, una música tan irreverente y salvaje como sensible y sentimental. Su fama pronto empezó a trascender, y distintos estudios de grabación de Madrid comienzan a interesarse por aquel joven algecireño, pura creatividad, que había generado un sonido propio, diferente, que electrizaba y fascinaba a todo el que lo escuchara.

En 1995, el grupo Los Enemigos tuvo que salir del camerino en la sala Elefante Blanco para ver quién era aquel telonero que estaba formando la grande en el escenario. "Flipamos con su actuación", recordaba años después Josele Santiago, líder del grupo madrileño. A partir de aquel día, Los Enemigos sellaron una amistad con An-Tonio que se vio rubricada en el tema que le dedicaron tras su muerte, una canción que ha servido para mantener vivo al algecireño en el recuerdo y para que una pequeña legión de seguidores de todas partes de España haya conocido y venerado su música.

En el momento más dulce de su incipiente trayectoria, el algecireño fue encontrado muerto el 11 de agosto en una embarcación en la dársena de El Saladillo. Con esta trágica pérdida, se truncó la carrera meteórica de un músico que se fue de la misma forma volcánica con la que vivió, compuso y cantó.