Un momento de la actuación
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Jesús y sus 'meirins': el viaje desde el intimismo al frenesí

Jesús y sus 'meirins': el viaje desde el intimismo al frenesí
Hay músicos que se crecen, que se agigantan cuando están en el escenario. Que transmutan su persona para revestirse de ese artista que emana de su interior. Y es entonces cuando se produce ese diálogo diferente, casi místico, con el público. Uno de esos músicos es, sin duda, Jesús Marín, un viejo conocido ya de las tablas locales que sigue encandilando en cada una de sus apariciones.

Y es que, a pesar de que aún sólo cuenta con un trabajo discográfico en su haber, su música sigue sonando nueva, refrescante. Una capacidad la suya de hacer rejuvenecer sus temas de siempre con una entrega y una atmósfera únicas sobre el escenario. 

Jesús Marín y sus meirins lo volvieron a hacer anoche, en el marco incomparable del parque María Cristina, poniendo el broche de oro al encuentro Calenduleando. Junto a él, sus escuderos de siempre: Óscar Bergillos a la guitarra, el ingeniero musical del grupo, un trabajador silencioso pero brillante e indispensable de la escena local; Miguel Ángel Reyes, el extraordinario pulsador del ritmo palpitante al bajo; y el gran Javier Vargas 'Api' a la batería, un relevo de lujo para el prodigioso Andrés Tomás, ausente ayer.

Los temas de Meirins reverdecieron anoche además al violín de la gran María de Grandy, que, entre los compases de sus canciones, fue hilvanando sonidos que se iban clavando en el sentir del espectador.

Y en el centro del escenario, agigantado desde el principio, sacando de las sombras al gran artista que esconde dentro, Jesús Marín, el alma mater del grupo y vocalista, autor de la música y las letras de la mayoría de sus canciones, fue entregándose poco a poco en cada canción. Sus canciones de siempre sonaron de nuevo aupadas por la fuerza y el timbre de su voz, que fue dejando en la noche del parque ecos a instantes de Nino Bravo, a instantes de Jesús de la Rosa, pero en todo momento personales y hondos.

Capaz de moverse entre el intimismo desgarrado y el compás contagioso que te levanta y te hace bailar, chascar los dedos o sonreír. Y, por supuesto, cantar, porque volvió a demostrar que detrás de sus apariciones en el escenario hay siempre una pequeña legión de fieles que le corean a una sola voz. 

Sus temas tiene la extraña capacidad de sonar a música reconocible, como si siempre la hubieras escuchado. Como si fuera capaz de sacarle a las musas las esencias de la música y los sonidos sin impurezas. Y eso le hace conectar de una forma diferente. Y así lo demostró en los tres temas que avanzó de su próximo trabajo discográfico, donde de nuevo demuestra una fascinante capacidad creadora.

Hubo momentos también para la improvisación, él solo sobre el escenario con su guitarra y María de Grandy a su lado en el violín, trazando entre los dos un diálogo hermoso y vibrante.

Jesus Marín y sus meirins lo volvieron a hacer. Y dejaron en la noche del parque ese regusto placentero de la buena música y el buen ambiente.

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