Soler ha ido mostrando cómo los cantes por soleá y por cantiñas han ido influyéndose mutualmente a lo largo de la fonografía conocida del flamenco, aportando ejemplos tan antiguos como una grabación en cilindro del cantaor sevillano El Mochuelo, en la que ya se realizan incursiones por cantiñas en mitad de un cante por soleá.

Esta tendencia se va demostrando como un hábito que Soler encuentra en grabaciones de todas las épocas, hasta desembocar en las más recientes de El Funi o Antonio Mairena. 

Posteriormente, el investigador malagueño se detiene en un ejemplo más particular como es la soleá de Carapiera, en la que las tonalidades de cantiñas juegan en un camino de ida y vuelta con la soleá, mezclándose, y hasta confundiendo en ocasiones al guitarrista. Es en las familias de los Agujetas y de los Moneo donde Ramón Soler encuentra los mejores ejemplos para mostrar esa mescolanza de cantes entre dos estilos con una misma madre musical, que entran y salen con facilidad en las interpretaciones.

Ramón Soler se vale de esta introducción, en la que demuestra cómo la cantiña y la soleá se entremezclan con facilidad en el cante, para llegar a sus conclusiones sobre el origen del conocido cierre del cante por soleá.

Para ello, se remonta a un cante por caracoles en el que nuevamente recurre a una grabación de El Mochuelo, y en el que se introducen los conocidos jaleos o juguetillos por cantiñas que serán posteriormente empleados para el cierre por soleá, y donde ya se encuentra además el uso de la letra "vente conmigo, dile a tu mare que soy tu primo", muy generalizada en la actualidad para el cierre por soleá.

Es en una grabación de Pepe Pinto en los años cuarenta donde Ramón Soler encuentra el primer ejemplo del uso de este recurso para cerrar un cante por soleá, valiéndose de la repetición de la última palabra. Sin embargo, serán en posteriores grabaciones de Pastora y Tomás Pavón donde se realiza ya por primera vez el uso de este cierre por cantiñas tal y como se emplea en la actualidad, cambiando la tonalidad únicamente en la última sílaba de la palabra.

Ramón Soler encuentra además una influencia de los cantes marcheneros que se hacían en la zona de la plaza Alta, fundamentalmente basados en la influencia de Juanillero y La Jilica, y en la coincidencia de que fuera precisamente Melchor de Marchena el que acompañara a Pepe Pinto, Tomás y Pastora en las citadas grabaciones.

En todo caso, Soler encuentra en estos ejemplos fonográficos las primeras referencias de un hábito cantaor ya generalizado en la forma de cerrar el cante por soleá en los recitales de todos los cantaores actuales.