Barbate

Instante del sepelio de uno de los agentes

En el mar de Barbate quedan manchas
de una sangre tan roja como verde
y un reguero de lágrimas se pierde
entre la estela de las narcolanchas.

Los delincuentes campan a sus anchas
porque la culpa nunca los remuerde.
Para que cada ola lo recuerde,
el estrecho se toma sus revanchas.

En Cádiz y en Pamplona, funerales
y ataúdes vestidos con banderas
y medallas que no sirven de nada.

Y el dolor de las víctimas reales
y el odio que se queda en sus ojeras
y la arena en la playa... tan callada.

Juan Portillo