Maldita sinrazón de quien pretende
forzar la fe o la idea en mente ajena,
maldita la moral que no comprende
que un río cuando fluye, no se frena.

Maldita la cerilla del que prende
la hoguera que calcina y que envenena,
maldito el corazón del que se ofende
cuando alguien ve su luna medio llena.

Habrá quien aproveche la ocasión
para elevar la cruz y los panfletos
para evangelizar a los infieles.

En vez de condenar la sinrazón,
y comprender al fin el gran secreto:
Hay una religión y muchas pieles.

El poeta enmascarado