La cultura afecta a nuestra vida diaria; desde el lenguaje con el que nos expresamos, los libros que leemos, las películas que preferimos.

Las artes, en cambio nos proponen la búsqueda incesante de un conocimiento especial sobre el hombre y sus sociedades que no se equipara al que proporcionan la ciencia y la filosofía. Las manifestaciones artísticas también son productos de inspiración, al tiempo que se nutren de otros productos y manifestaciones de la cultura estética, como las artesanías y los cómics, por citar algunos ejemplos.

A día de hoy, encarando ya la tercera década del siglo XXI, la necesidad de educar en arte y cultura sigue siendo un tema de debate que está sobre la mesa.

Generalmente, se piensa que la cultura, surge por generación espontánea y no necesita de mantenimiento o atención. Pero muy al contrario, la cultura como fenómeno social, y el arte, como una de sus manifestaciones tangibles más concretas, requieren de la aportación de todos.  

Educar en arte y cultura es mucho más que instruir en historia y otras materias. El arte es una manifestación expresiva que surge en un contexto concreto, y, como tal, transmite gran parte de los elementos que determinan la cultura de ese tiempo y ese lugar. Es necesario “educar” en la importancia y puesta en valor que la cultura tiene per se, porque sin esta labor educativa se produce un destrozo del pasado, una depreciación del acervo creado durante siglos y una pérdida de los referentes inmediatos que dotan de sentido a nuestra propia sociedad contemporánea. Enseñar en definitiva, a conservar el patrimonio creado por los antepasados y no destruirlos.

Por éllo, dar cabida al arte y la cultura en las aulas es canalizar un conocimiento colectivo labrado a lo largo de los siglos y que constituye el mejor vestigio de nuestra identidad como individuos pertenecientes a un contexto particular.

La Unesco ha señalado que el dominio de la cultura y las artes es fundamental para el desarrollo de las personas. E invita a diseñar programas educativos que incorporen estas ramas del conocimiento. Los beneficios son diversos: la educación en arte, propicia el pensamiento alternativo y la búsqueda de soluciones creativas a los problemas, favorece cualidades como la tolerancia y la sensibilidad, ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural, además de desarrollar otras habilidades intelectuales y creativas del individuo.

No debe reservarse el arte para unos pocos. Del mismo modo que otras disciplinas igualmente necesarias para el desarrollo -como las actividades deportivas, asociadas a valores colaborativos y a la psicomotricidad-, el arte y la cultura requieren la misma atención. En los últimos años, muchas son las voces que han puesto de manifiesto los beneficios asociados a la formación en arte desde edades tempranas. Más que una cuestión de conveniencia, es, en realidad, un contenido esencial para el desarrollo que acompañará al individuo en las distintas etapas de la vida. Conceptos de absoluta actualidad y tan demandados en el mundo empresarial moderno como la creatividad, la imaginación o la innovación tienen su base en los estímulos inculcados desde pequeños. Fomentar el pensamiento alternativo y la solución de problemas ingeniosos, están íntimamente asociadas a la formación en arte.

Numerosos estudios plantean un cambio de enfoque al incorporar las artes en la educación. La naturaleza impredecible de la creación artística ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y a generar vías alternativas de raciocinio. No existe una forma única de inteligencia, y es evidente que la integración del arte y la cultura en el proceso de aprendizaje es necesaria. Esperemos que esta paulatina toma de conciencia se traduzca en la incorporación de nuevas herramientas y recursos educativos desde la infancia. Los cambios culturales han acompañado desde siempre a los intercambios comerciales y la intromisión política en todos los continentes. La reflexión y evolución de la cultura están profundamente vinculados con el desarrollo de la tecnología.

Y es que solo es posible amar y entender aquello que se conoce.

Manuel Gutierrez Luna