Opinión

Beneficiarse de la tragedia ajena

Beneficiarse de la tragedia ajena

Dinero. Dinero y más dinero… ¿Quién no lo desea? – “Oiga! Es preciso para vivir. El dinero se usa para poder cambiarlo por aquello necesario: comida, bebida, energía, vestido, techo… Y es cierto que, salvo algunas excepciones, tribus perdidas en las selvas o lugares recónditos, todas las personas utilizan el “vil metal”.

Y esas son las reglas del juego, de las que sólo un puñado de personas consideradas “inadaptadas” logran situarse al margen. Le viene como anillo al dedo la denominación de “juego”, ya que desde que se tiene conocimiento de la humanidad este juego siempre ha existido. Todos los sistemas económicos, a lo largo de la historia, se fundamentan en el mismo tipo de macabro juego: “todos pierden”.

Y aunque parezca que hay ganadores, todos ellos acaban perdiéndolo todo. ¿Quién conoce una sola extirpe que mantenga algún inmenso poder acumulado, a fuerza de robárselo al conjunto de las poblaciones explotadas, sojuzgadas, expoliadas, arrasadas, exterminadas? Cada nueva fase de la evolución de los sistemas económicos, desde el esclavista, feudalista, mercantilistas, capitalista, neoliberalismo, globalismo… ha ido perfeccionado este nefasto “juego”. Inoculando en las mentes de quienes habitan el planeta que la esencia de la vida es la búsqueda de la riqueza, a costa de lo que sea.

Todo está permitido, salvando algunas formas ´solo formas evidentemente, para llegar a ser ricos. Y pocas personas piensan que cualquier acumulación de riqueza significa inequívocamente la ruina de muchas otras. ¿Cuántas acciones pierden su valor en la Bolsa para que unos pocos recojan grandes beneficios? Y qué decir de la avalancha de anuncios donde ofrece hacer rico a quien sea, siempre que preste atención al anuncio y se implique en timos piramidales. Dicen: Con una mínima inversión se hará millonario en pocas semanas. Y sin duda hay más de una persona que se lo cree.

Y arriesga una pequeña parte de su exiguo patrimonio para probar “suerte”. No se percata de que antes de “jugar” ya ha perdido. Y qué decir, de una justicia que permite estas legales estafas multimillonarias. Que consideración moral tendrá una sociedad que sostiene su economía en la gran ruleta de la bolsa. Y qué decir del timo del dinero privado, las criptomonedas, que nadie sabe quien las emite, quien les atribuye valor y quienes están detrás de este inmenso fraude. El trabajo venía siendo el elemento de referencia del dinero, ya que permitía a cada persona el intercambio de su laboriosa energía humana por bienes y servicios que eran producidos por otras personas trabajadoras. ¿Se puede estar seguro de ello en estos momentos?

Desde la primera emisión de moneda o pagarés de arcilla, madera, metales… hasta la moneda virtual el recorrido ha sido largo y plagado de catástrofes monetarias. Monedas que ya no se usan y que sólo algunas tienen un “valor” numismático, son el testimonio que quienes controlaron sus emisiones, llegado el momento, recogieron ganancias en forma de bienes y títulos de propiedad y dejaron a los pueblos que las usaban en la más absoluta indigencia. Cuando alguna persona, que tiene algo de dinero y poco menos ya que ese es su exiguo patrimonio, se encuentra de la noche a la mañana con que ninguna de sus monedas o billetes valen nada o tan poco, poco, que no puede llevar pan a su mesa, se encuentra en la ruina. Y esto ha pasado muchas veces en la historia de la humanidad.

De la eufemísticamente llamada “inflación”, promovida por la “devaluación del dinero”, se pasa directamente a la ilegalización del dinero que se tiene. Un ejemplo muy cercano en el espacio y el tiempo, aun no se han cumplido 90 años: El bando golpista contra la España Republicana, creó una nueva moneda, dejando sin valor los respectivos ahorros de todas las familias que estaban utilizando la “peseta” republicana. Un interesante artículo de Julio Martín Alarcón en 2017 titulado: “Dinero rojo: así arruinó Franco a los republicanos derrotados, sintetiza toda la maniobra que acabó con el canje de dinero republicano por “un documento con un encabezado intrincado: "Fondo de papel moneda puesto en circulación por el enemigo".

Y por el reconocimiento del dinero en cuentas bancarias bloqueadas durante la guerra a las que “se les aplicó la siguiente penalización: el 90% hasta el 31 de octubre de 1936; el 80% hasta el 28 de febrero de 1937; el 65% hasta el 30 de junio de 1937; el 40% hasta 31 de diciembre de 1937; el 20% hasta el 30 de junio de 1938; el 10% hasta el 31 de diciembre de 1938; y el 5% después del uno de enero de 1939”. Más allá de la hiperinflación vivida este país, no sólo durante la Guerra incivil provocada por los golpistas contra la República y más aún en la década siguiente de postguerra, agravada por el bloqueo al que las “potencias aliadas” sometieron al régimen del dictador Franco, es evidente que unas pocas fortunas se hicieron más grande a costa de esquilmar los ahorros de todo el pueblo que vivió en la zona republicana. Incautaciones y manejos fraudulentos promovían cambios de titularidad de viviendas y haciendas, incluso fábricas y otros medios de producción, permitiendo la acumulación de enormes riquezas en un puñado de potentadas familias que desde el inicio apoyaron el golpe militar.

Esta tragedia tan cercana, que puede revivirse por protagonistas aun vivos, viene a confirmar que toda persona que amasa una fortuna siempre es a costa de que a miles de personas les sea arrebatada las suyas. Las personas que pretenden hacerse ricas deben considerar que la posible riqueza que acumulen supone en cualquier caso la ruina de muchas otras y que al final también ellas serán arruinadas. Los pueblos son los inequívocos perdedores siempre, ya que nunca la inmensa riqueza acumulada en pocos acaba siendo repartida entre quienes sin duda la generaron con su trabajo.

Sólo el trabajo genera riqueza. La especulación y las ingenieras contables y financieras no la crean sólo permite que se acumule, robándola a quienes la producen, y que cambie de manos. ¿Se podrá en un futuro no muy lejano dejar de jugar de “Todos pierden” a conducirse la humanidad por “Todos ganan”? Cómo dice el aserto “Querer es poder”. La premisa siempre está en querer. Bien podría este 2024 ser el año de la conciencia colectiva y que se produzca de verdad el reparto del trabajo y la riqueza.