Opinión

Por qué los pechos de mujer siguen escandalizando

Por qué los pechos de mujer siguen escandalizando

El debate vuelve a suscitarse a partir de que la Cantante Amaral “se ha convertido en la protagonista del debate que está en boca de todos al haber mostrado los pechos en plena actuación con la finalidad de que "no nos quiten la libertad" en el Festival Sonorama, un gesto que ha empujado a algunos preguntarse si es oportuno emplear el cuerpo como una herramienta combativa”.

Comentario en medios como este vienen a poner de relieve que eso de que una mujer muestre libremente sus pechos en público genera polémica.

Hay quien piensa que para vivir en sociedad hace falta una cierta dosis de “pudor”. Hay quien, siguiendo su dogma religioso, ni se le pasa por la cabeza que esto pueda tolerarse. Además de estar prohibido es “pecado”. También hay personas que creen tener derecho a “poseer” a la mujer que con ellas convive e imponerles los comportamientos que debe o no asumir. Hay quienes aún prohíben la entrada en los templos a las mujeres, si estas no llevan velo o tienen descubiertos los hombros, de minifaldas o similares vestimentas que permitan ver partes del cuerpo… ni pensarlo. Y comentan que es por el “decoro” debido y el respeto a las cosas santas.

¡Que no son invenciones! Y que cualquiera que viaje un poco por el mundo, incluso en esta tierra, se encuentra con este tipo de mentalidades que persiguen someten a las mujeres. ¡Si someter! al comportamiento de la mujer a los esquemas que la tradición o la religión han forjado a hierro y fuego. En la historia de la humanidad han sido hombres, no mujeres, las que han protagonizado las creaciones culturales y religiosas. Y como es evidente esos hombres han actuado desde una mentalidad global que hace referencia a su sexo. Por esta razón los movimientos feministas catalogan de machistas estas prácticas. Se puede discutir sobre los conceptos pero las evidencias de lo real son incuestionables.

A quienes enfocan este asunto de la desnudez del cuerpo humano desde la perspectiva religiosa sólo una pregunta: ¿Hay algo más “santo” que el cuerpo humano? El la historia de la humanidad, contada con bastante sesgo, la mujer ha ocupado un lugar más que secundario con respecto al hombre. Recordar que la Biblia sitúa la creación de la primera mujer de una “costilla de Adán”, ya da para “escandalizarse”. ¡Ah!, pero de eso no se escandalizan quienes hacen leer a las mentes infantiles una y otra vez ese y otros pasajes bíblicos donde la mujer está claramente subordinada al varón de turno, sea padre, esposo, hermano… Los procesos educativos deben mostrar a la gente joven la herencia cultural para analizarla críticamente y permitiendo a las personas que se están formando reconstruir sus propios criterios que pueden estar o no en consonancia con las de otras personas. Forma parte de educarse en libertad, todo un reto para un sistema educativo más que discutible. Dar la oportunidad de ello requiere que en las clases de todo esto y más cosas más que forman parte de la “VIDA” se enseñen, se comenten, se debatan, se concluyan… Hay quienes no están por la labor, porque lo que desean es imponer en las mentes de sus hijas e hijos el dogma que profesan, sin permitirles la posibilidad de conocer la diversidad de enfoques existentes sobre cualquier aspecto vital, para tener una posibilidad de confrontarlos con el dogma que pretende ser inoculado desde la más tierna infancia.

Otra cuestión que sorprende es como salen mujeres a afear el magnífico gesto de Amaral ¿Porque no acaban de ver el trato discriminatorio que sufren las mujeres en todos los campos? Aunque parece que si comprenden, e incluso podrían aceptarlo, si se interpreta como un gesto publicitario para generar un marketing que beneficiara la cantante. ¡Vamos que si se hace por negocio, no hay nada que objetar! El tema tiene mucho más fondo y conviene bucear algo más: Recomendable la lectura de un reciente artículo de Marita Alonso en Cosmopolitan, en el que ofrece varias perspectivas entre ellas la de Rigoberta Bandini esbozada en forma de pregunta “por qué los pechos aterran a tantos, y lo cierto es que lo que le asusta a la sociedad es que sean quienes se encuentran en los márgenes los que toman el control del cuerpo y lo sitúan en el epicentro del debate, liberándolo así de atisbos que sexualizan”. En ese artículo se recogen mis palabras: En mi caso he notado dentro de esta industria cierta obligación de lucir más sexy y de hacer un tipo de música más ‘mainstream’. Querían que mandara un mensaje que es el que ahora encaja con la agenda socioeconómica y política. Cuando me intentaron hipersexualizar y me pidieron que hiciera ‘reggaeton’, que tuviera un tipo de letras y me quisieron mandar a Colombia a grabar con artistas a los que no escucho, entendí que lo que querían era sacar el máximo rendimiento de mí, como si fuera un producto. En mi caso, pedí la carta de libertad del sello Universal y elegí mi camino, que no es el de hipersexualizarme. Yo no tengo que hacer ‘reggaeton’ sí o sí, ni mandar los mensajes que la agenda quiere. Puedo ser libre y crear desde mi libertad de ser y sentir”. Y sigue el articulo reproduciendo mis declaraciones: “Celebro que Amaral enseñe lo que quiera al igual que aplaudo que cada uno haga lo propio, pero desde su sentir. Hay que respetarlo. Pienso que nuestro cuerpo es bellísimo y no hay que tener tabúes. ¿En qué se diferencia mi pecho de mi mano o de mi ojo? No hay nada malo en ello. Me parece maravilloso”.

Rodeados de pensamientos espirituales grandes religiones -entre ellas la cristiana- definen al cuerpo como TEMPLO de la divinidad. Todas las partes del cuerpo son igualmente “santas”. Sería bueno que al menos a quienes la profesan muestren coherencia. Porque, contradictoriamente afirman esto y al mismo tiempo imponen a la mujer códigos morales para evitar que ella sea dueña de su cuerpo. Mientras tanto es la sociedad civil, son las mujeres al frente, las que debemos asumir nuestro protagonismo. Amaral y mucha más ya están en ello, y de esta forma ejercer los derechos, que nos asisten en todos los aspectos de la vida humana, en pie de igualdad con los hombres.