Opinión

La vida prolongada

La vida prolongada

Quienes se van haciendo mayores han visto cómo su condición se llena de eufemismos para no considerarla fastidiosa o para no fastidiarles. Nos referimos a la tercera edad, a los mayores, para no hablar claramente de viejos o ancianos, y a la docencia para estas personas en la universidad se llama aula de la experiencia o de mayores. A este paso los inconvenientes de tener más años acabarán considerándose una queja totalmente injustificada.

¿Cómo conseguimos que esos años de la nueva longevidad sean algo más que una vida meramente alargada? Hemos arrancado una prórroga a la biología, ahora nos toca dotarla de sentido con la cultura.

Desde hace algunos años la humanidad se encuentra ante el insólito hecho de que la vida se ha alargado para cada vez más personas y esa nueva longevidad nos plantea también desafíos inéditos. Se podría decir que los seres humanos dedicamos la primera mitad de la vida a gestionar un tiempo escaso y la segunda a tratar de hacer algo con un tiempo excesivo.

Todos pasaremos en algún momento a ser viejos, pero podemos retrasar en alguna medida la llegada de ese momento. La vejez es algo en parte inevitable y en parte objeto de una decisión. La edad hace cosas buenas y malas con nosotros, pero también nosotros podemos hacer algo bueno o malo con ella.

Una vida solo prorrogada no es necesariamente una vida humana. El primer progreso de la civilización consistió en que no se murieran los niños, el segundo en que muriéramos de viejos y el tercero en que vivamos de viejos. Somos conscientes de que hay un espacio de tiempo al que todavía no hemos conseguido darle una adecuada calidad. Que el alargamiento de la vida no implique necesariamente una mejora de su calidad es una prueba de que la tecnología arregla la dimensión tecnológica de los problemas, pero nada más.

Tan absurdo como el culto a la juventud es la veneración de la ancianidad: el paso de los años no nos hace, de manera inexorable, ni más inteligentes ni más desmemoriados.

La edad es una cosa que nos da oportunidades para convertirla en flexibilidad o en rigidez; puede hacernos más conscientes de las limitaciones, puede ser un aprendizaje de la decepción, pero los años también aumentan el riesgo de que se consoliden nuestros prejuicios y nos instalemos en el resentimiento. La única receta contra los inconvenientes de la edad es estimular el deseo de aprender.