Opinión

Al salir, cierre la puerta

Al salir, cierre la puerta

La política española está a día de hoy, de enhorabuena. Y no es por los resultados de las elecciones que nos dejan totalmente sin saber qué es lo que va a ocurrir sino porque después de nueve largos años ya podemos despedir, sin honores, al argentino Pablo Echenique, que un día se levantó liberal y se afilió a Ciudadanos y al poco tiempo, y al ver que conseguir el cargo en ese partido era difícil, se levantó comunista y se afilió a Podemos, con el que tuvo más suerte.

Su trayectoria política, a pesar de haber llegado bastante lejos, deja muchísimas sombras y pocas luces. No se le recuerda nada significativamente positivo que haya aportado Echenique a la vida pública en toda su trayectoria. Bueno, ni significativamente ni nada de nada.

Lo que sí deja Echenique es un legado lleno de polémicas, lleno de división, de salidas de tono y de miles y miles de intervenciones en las redes sociales llenas de odio, de maldad y de chistes sin gracia alguna.

Su desatada ambición le llevó incluso a enfrentarse al gran jefe, Pablo Iglesias, que luego lo perdonó y lo llevó a los cielos, para alegría del descarado Echenique.

Quizás a Pablo Iglesias le apasionaba la mala baba del argentino, o quizás le interesaba un fiel sirviente que hiciera el trabajo sucio sin muchos escrúpulos.

A pesar de pasarse nueve años sentando cátedra sobre principios, igualdad, transparencia y muchas otras cosas bonitas, el ex dirigente morado y fracasado naranja fue condenado en firme por contratar en negro a una asistente personal. Sin contrato y sin cotizar. ¿La culpa? Del sistema, claro. Al menos eso fue lo que alegó Echenique, en una de sus tantas tropelías.

Se fue de la política quejándose, para no variar, y lanzando dardos envenenados a todos sus camaradas de Sumar.

Fue el último show, esperemos, de un político que cumplió su sueño, pero que fue la pesadilla de muchos. Adiós Echenique y, al salir, cierra la puerta.