Cultura

José María Bandera y Diego Amador reviven con brillantez el eco de Paco de Lucía y Camarón

José María Bandera y Diego Amador reviven con brillantez el eco de Paco de Lucía y Camarón

Uno de los grandes desafíos que asume la ya octava edición del Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía es el de mantener viva la llama del legado del genio de La Bajadilla, hacer más presente su obra y revivir su figura. Y, si duda, anoche se logró en una de esas citas mágicas y evocadoras.

José María Bandera, su sobrino y quien durante años fuera su escudero en el escenario, llegó al parque María Cristina acompañado del piano de Diego Amador. Y entre los dos fueron hilando un guion que evocó a la mítica comunión musical que protagonizaran sobre los escenarios Paco de Lucia y el ya también desaparecido Chick Corea. 

Comenzaron por tangos, donde las frases de 'Sólo quiero caminar' se fueron intercalando con el cante de Diego Amador que, acompañándose al piano, fue recordando viejas letras de Camarón de la Isla. "Estoy pasando fatigas por el amor de una flamenquita". Cante a cante, desde el principio del recital, el más pequeño de los hermanos Amador fue sorprendiendo con una prodigiosa capacidad de reproducir el eco de José Monge, cuyo recuerdo brillaba especialmente en la noche de ayer en el 30 aniversario de su pérdida. No en vano, José María Bandera quiso apostillar que el espectáculo, de nombre 'Paqueando'., bien podría haberse llamado 'Camaroneando'.

José María Bandera continuó metiendo el 'Anda jaleo' al compás de bulería por soleá, donde ya el diálogo entre guitarra y piano se fue haciendo más vivo y musical. La llama del recuerdo de Paco se fue agigantando en la noche a medida que su sobrino iba reproduciendo sus inolvidables sonidos, los compases de sus temas más legendarios. La colombiana 'Monasterio de sal' brilló como una estrella más de la noche, que fue iluminando al público y manteniendo en vilo su emoción.

'Reflejo de luna' o 'Canción de amor' brotaban de los dedos del algecireño, elevando a la gloria el recuerdo del genio de la guitarra, paseando su música por el vaivén jazzístico del diálogo con el piano. Todo un lujo para los sentidos que alcanzó su culmen en el colosal Ziryab, en el que guitarra y piano fueron hablando en el escenario hasta alcanzar el éxtasis.

Una asignatura pendiente la de la presencia de José María Banderas en este tributo anual a Paco de Lucía, que adquirió un especial simbolismo en la belleza de un recital impecable. 

Hubo también lugar para el baile, con la presencia de Nazaret Reyes, que puso la nota plástica, paseando por las tablas su baile preñado de temperamento y elegancia. Lo hizo por bulerías por soelá, donde nuevamente el pianista Diego Amador demostró ser, sin pretenderlo, uno de los más ajustados y prodigiosos evocadores del sonido de Camarón, a distancia de la legión de cantaores camaroneros que pueblan hoy en día los carteles. Unos redaños en el cante que volvió a demostrar por taranta y cartageneras.

El recital siguió brillando y llegando al público, deteniéndose, como no podía ser de otra forma, en las bulerías, donde guitarrista y pianista reconstruyeron solos todo el cañón musical que el sexteto logró dar a aquel mítico 'Gitanos andaluces', que arrancó oles arrebatados al público del María Cristina. 

La catarsis la guardaron los dos músicos para su despedida, después de que el público les reclamara regresar al escenario, para cerrar su recital por rumbas, con la mítica 'Entre dos aguas', como solía acostumbrar el genio de La Bajadilla, pero introduciéndose en su compás a través del sonido jazzístico de 'Midnight in San Francisco'.

Un auténtico lujo en la que ya es una de las noches inolvidables que nos han dejado estos ocho años de festival. Un Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía que, bajo la lupa de José Luis Lara, sigue ganando en proyección, en calidad, en solidez y en referencia. Una responsabilidad, la de mantener vivo en su tierra el legado musical del mayor genio de la guitarra. Y una misión más que cumplida anoche, donde su eco volvió a resonar bajo la luz de las estrellas.

Una única pega, grande e imperdonable, es la achacable al pueblo de Algeciras, que demostró una vez más no saber estar a la altura, dejando vacío medio patio de butacas en el parque. Una auténtica lástima.