Opinión

La esperanza es lo último que se pierde…

La esperanza es lo último que se pierde…
La Conferencia de Presidentes Autonómicos que se celebró el pasado fin de semana en la isla de La Palma parece ser que concluyó con un balance que se puede considerar positivo, y eso, en un país como el nuestro, en el que por causa de algunos más que de otros siempre andamos a la gresca, es una buena noticia. 

Contó con la asistencia de todos los convocados, incluido el lendakari y el president de la Generalitat de Cataluña, cosa que no ocurría desde hace ya mucho, y –lo más importante– hasta hubo una declaración institucional conjunta que salió adelante con el respaldo de todos los participantes. Sí, ya sé que no es como para echar las campanas al vuelo, pero, al menos, es motivo para ser optimistas respecto a la posibilidad de que, por fin, nuestros principales representantes políticos actúen con responsabilidad para alcanzar acuerdos ante el panorama tan poco halagüeño al que nos enfrentamos.

Es verdad que la declaración no es más que una mera exposición de intenciones a las que ninguna formación política podía ponerle peros sin quedar en evidencia, incluso las más faltas de juicio y hasta de fundamentos. Y es cierto también que del dicho al hecho hay un gran trecho. Sin embargo, este pequeño logro no debería desmerecerse, sobre todo teniendo en cuenta que aquí en España quienes no gobiernan tienden a oponerse por oponerse y son capaces de votar en contra de aquello en lo que se suponen creen, si es que creen en algo, y en contra de aquello que defienden, si es que defienden algo aparte de su propio interés, con tal de dar por saco, como ya vimos recientemente en el caso de la reforma laboral.

Está muy bien que nuestros presidentes autonómicos y el Ejecutivo hayan condenado sin paliativos la invasión de Ucrania y mostrado su disposición a colaborar tanto en lo que se refiere a la acogida de refugiados como en la toma de decisiones para combatir los efectos económicos provocados por la guerra.

Con todo, la nota discordante –¡cómo no!– la pusieron, si no durante, sí después de la sesión, desde el PP, según tengo entendido. Ayuso, que va por libre y dice chorradas cargadas de demagogia pura que, como ya hemos podido comprobar, calan en el común de la gente, y Núñez Feijóo, que ya quiere ejercer como aspirante a ocupar La Moncloa.

Feijóo, por cierto, a quien siempre he visto como un político con perfil de hombre de estado, ya se ha lucido, y para mal, antes de ser proclamado de manera oficial líder de los suyos. Lo ha hecho permitiendo el infame pacto de gobierno de Mañueco con Vox en Castilla y León, mientras trata de escurrir el bulto y cargar el muerto sobre el defenestrado Pablo Casado; mintiendo sobre el destino de lo que se recauda con los impuestos de la electricidad y los carburantes y exigiendo la bajada inmediata de estos tributos sin que se consulte con Bruselas, a pesar de ser representante de un partido que cuando ha gobernado ha cumplido a rajatabla las exigencias económicas y fiscales de las autoridades comunitarias, por muy drásticas que fueran. Aunque, claro, el hombre no ha hecho más que llegar y tiene que enviar guiños a sus parroquianos, en particular los ultras, para contentarlos e ilusionarlos.

Me da a mí que esta cuadrilla tumultuosa de la derecha, que ha presumido y presume de liberal, en cuanto al tema de la inflación sería capaz hasta de pedir una intervención directa en los precios, si después de eliminados todos los gravámenes que pesan sobre los suministros energéticos la espiral inflacionista continuara imparable. Y eso que el sosegado presidente de la Xunta de Galicia seguro que, con la autoridad moral que sus compañeros de filas le conceden, ya ejerce mando en plaza.

En la última sesión de control en el Congreso, por cierto, celebrada hoy, solo les ha faltado culpar a Sánchez del conflicto bélico que amenaza a Europa y, ya de paso, de la muerte de Manolete.

Aun así, démosle al señor Feijóo todavía el beneficio de la duda. Lo mismo hasta nos sorprende y accede a la renovación del Consejo General del Poder Judicial. La esperanza es lo último que se pierde…