Opinión

No se puede vivir siempre en el alambre

No se puede vivir siempre en el alambre
La trama de los espionajes a políticos que está ahora en candelero me ha traído a la memoria el recuerdo de las historietas de Mortadelo y Filemón, con su T.Í.A., y las de Anacleto, agente secreto.

En España somos fieles a la tradición y seguimos siendo la tierra de los esperpentos que nos retratara el ilustre don Ramón del Valle-Inclán. Porque de “esperpéntico”, y no otra cosa, se puede tildar, sin duda alguna, el espectáculo que sobre este asunto estamos ofreciendo.

La intervención de las comunicaciones privadas de destacadas personalidades de la vida pública, ya sea de forma legal o ilegal, es una cuestión con la que no se debe frivolizar, sí, pero –no seamos ingenuos– es una práctica que no sorprende y que está a la orden del día en la mayoría de las sociedades desarrolladas, donde se dispone de la tecnología necesaria para ello, por mucha democracia consagrada de la que se presuma. Lo han hecho y lo continúan haciendo –con o sin autorización judicial– los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad de los estados, las corporaciones industriales y financieras, los grandes operadores de Internet y los medios de información, así que lo que de verdad debería sorprendernos es la sobreactuación y el revuelo que aquí se ha armado. 

La función teatral a la que asistimos, con la colaboración estelar del Gobierno, por un lado, y el independentismo catalán, por otro, resulta patética. Desde luego, en lo de montar guirigáis no hay potencia en el mundo que nos gane. Países como Estados Unidos, Reino Unido o Francia también se han visto afectados por casos similares y, aunque es cierto que el mal de muchos es consuelo de tontos, ese dato debería servirnos para tener la tranquilidad de que, por suerte, no estamos ante un problema de salud democrática que ataña única y exclusivamente al estado español, a pesar del empeño por plantearlo de este modo puesto por algunos de entre quienes aplauden, o cuando menos exoneran, a regímenes como los de Cuba o Venezuela.

Está muy guay eso de que se investigue todo lo que se deba investigar, y que se arroje cuanta más luz mejor sobre este affaire, sí, por supuesto, pero sin sacar los pies del tiesto. Lo que no deben esperar los líderes catalanistas del procés y sus adláteres es que el estado que acertadamente los ha indultado –para facilitar una vía de solución al conflicto– pida, además, perdón por haberse defendido de su amenaza secesionista.

Para los que somos partidarios de mantener un Ejecutivo progresista resulta muy frustrante la falta de prudencia y lealtad de algunos de los miembros de Unidas Podemos ante sus colegas de gabinete ministerial y también la irresponsabilidad manifiesta que en momentos cruciales de la legislatura han mostrado y muestran algunos de los socios que conformaron la mayoría de la investidura, sobre todo los republicanos catalanes. Ni unos ni otros tenían ni tienen necesidad de hacer tantos aspavientos cada vez que se les brinda la ocasión y efectuar planteamientos maximalistas como si ellos fueran los únicos y legítimos representantes de la ciudadanía, considerando lo que está en juego. Rufián y compañía no deberían olvidar que la caída del actual Gobierno podría suponer el regreso al poder del Partido Popular, acompañado de la ultraderecha antifeminista, antisocial, antieuropea, xenófoba y homófoba que encabeza Abascal.

Llegados a este punto, creo que Sánchez haría bien en echar un órdago a los compañeros de viaje del PSOE que están tanto dentro como fuera del consejo de ministros, y muy especialmente a Ezquerra. “O ayudáis un poquito más, cojones, y anteponéis el interés general a vuestros intereses partidistas, en lugar de estar todo el día dando por saco, o convoco elecciones y sanseacabó”. No se puede vivir siempre en el alambre.