Opinión

No lo pueden remediar, les fastidia

No lo pueden remediar, les fastidia
Les jode sobremanera que los datos de empleo que ha arrojado el mes de mayo sigan siendo buenos, excelentes.

Les hace la puñeta que se hayan alcanzado niveles en cuanto a personas empleadas y altas en la Seguridad Social que no se veían desde antes de 2008. Les corroe las entrañas que se haya reducido la precariedad y disminuido la tasa de paro entre los jóvenes y que la reforma laboral, lejos de lo que pronosticaban, esté siendo un éxito. No pueden disimularlo. Si estuviera a su alcance, hasta venderían el alma al diablo con tal de que España se hundiera para luego presentarse como sus únicos y auténticos salvadores y, de paso, ponerse las botas. Don Cristóbal Montoro seguro que podría dar fe de esto.

Con un discurso que chirría, y con el que se les ve el plumero a legua, discuten los aspectos positivos de la situación del mercado laboral abonándose a la cantinela de que se falsea la realidad. ¡Es lo que nos faltaba! Y sorprende, aunque no debería, oír tal argumento en boca de Feijóo, el supuesto líder opositor responsable, comedido y moderado.

Se olvidan de aquellos días en los que, cuando sus colegas de bando mandaban, y el ministerio del ramo estaba regido por doña Fátima Báñez, los contratos por horas engordaban cada mes las estadísticas sobre creación de empleo. Y se olvidan también, o mejor dicho, quieren hacernos olvidar que fueron dichos colegas de bando los que, esgrimiendo la devaluación salarial como única salida para superar la recesión, apostaron por facilitar la destrucción de puestos de trabajo más o menos dignos y estables y su sustitución por puestos de mierda mal remunerados, así como el fomento de los falsos autónomos, cuando llegaron al poder a finales de 2011.

Es triste y descorazonador contar con una oposición que no muestra un mínimo de piedad con el Gobierno de su país ni en las circunstancias más adversas. Ni están, ni se les espera. No arrimaron el hombro durante la pandemia y tampoco lo están haciendo en este momento ante las consecuencias de la guerra en Europa.

El mundo entero se enfrenta a una grave crisis derivada de los efectos de la invasión rusa de Ucrania y estos, en lugar de plantearse cómo ayudar para que todos podamos capear el temporal de la mejor forma posible, siguen a lo suyo, erre que erre, empeñados en cargarse a Pedro Sánchez y compañía, culpándoles hoy de la escalada de precios de la energía y los combustibles y mañana –tiempo al tiempo– hasta de la viruela del mono, si la ocasión se tercia.

Dejada atrás la covid-19, se han agarrado ahora a la cuestión de la tensión inflacionista, que es un problema generalizado en todas las economías de nuestro entorno en mayor o menor grado, como si fuera este tema el único clavo ardiendo que les queda para apuntalar su estrategia de desgastar al Ejecutivo y lograr que muerda el polvo. 

Con esa baza, e impulsados por los exabruptos, las malas artes, las mentiras, la demagogia y –desgraciadamente– los votos de Vox, más la ayudita extra que les aporta la torpeza con la que se desenvuelven dentro de su particular sociedad PSOE y Unidas Podemos, se aprestan para ganar la carrera que tiene como meta La Moncloa y ya están que se frotan las manos.

Aunque, eso sí, como la guerra termine pronto, el alza del IPC se controle, las aguas vuelvan chispa más o menos a su cauce y en lo que resta de aquí a 2024 no se produzca un cataclismo natural inesperado o un ataque alienígena a los que fiar su suerte, a esta gente se le puede chafar su maquiavélico plan como se le chafó en su día a Casado.