Opinión

11M

Era jueves, el domingo tocaban elecciones y el día iba a estar marcado por la proximidad de la campaña, con Partido Socialista y Partido Popular intensificando los mensajes para arañar votos en aquella España bipartidista de entonces. Las radios ya estaban dando detalles de que algo grave, muy grave, extremadamente grave, había sucedido en Madrid.

Es el recuerdo que guardo del 11M. Después  todo fue un torbellino de trabajo y también de confusión, con unos diciendo que había sido ETA, otros poniendo en duda esa autoría y, ajenos a ese debate, personal sanitario y fuerzas y cuerpos de seguridad sacando víctimas entre los hierros retorcidos.

Conviene no olvidar lo que sucedió y es obligado tener presente a las víctimas. Cada año y cada día. Como tampoco hay que cubrir con un manto de silencio y olvido lo que pasó en aquellos días. Los países que renuncian a su pasado no creo que sean mejores. No se trata de vivir en un tiempo que ya fue, sino de garantizar que no vuelva a haber una circunstancia similar.

He leído estos días declaraciones del juez Gómez Bermúdez, que presidió el tribunal del caso, señalando que se debió suspender el proceso electoral. Dicho sea con todo respecto a su señoría, me parece un disparate. La fortaleza de una democracia está en saber mantener sus procesos al margen de las presiones de los terroristas. Porque si diésemos por buena la reflexión del magistrado, entonces habría que haber dado la razón a militares y civiles ansiosos de un golpe de Estado cuando, en la Transición, tras sangrientos atentados de ETA, apelaban a aparcar la democracia y volver a un régimen de mano dura indiscriminada.

¿Hubo intencionalidad política a la hora de, a las primeras de cambio, atribuir la autoría a la banda ETA? A ciencia cierta solo lo saben los que lanzaron esa tesis como segura, descolgaron teléfonos de medios de comunicación y dieron su palabra como garantía de certeza. Pero cuando pasan los años -veinte años ya- y ni siquiera se disculpan, pues ya no me queda duda: lo hicieron a sabiendas de que no contaban la verdad.

Hoy los trenes volverán a circular por los tramos donde estallaron las bombas, miles de personas se subirán a ellos y reinará la normalidad. Es otro ejemplo de la victoria de la democracia, con el añadido de que los condenados siguen entre rejas. Perdimos decenas de vida y debemos estar con sus familias, pero no perdimos la democracia. Y nos quisieron quitar la verdad pero se desmontó la mentira. Valoremos eso.