Opinión

Ha vuelto a ocurrir

Ha vuelto a ocurrir
Ha vuelto a ocurrir y no nos debe caber la menor duda de que no será la última vez: Andalucía ha sido ofendida de nuevo en Cataluña, y otra vez en TV3, la televisión autonómica catalana.

Cada región del mundo tiene sus tradiciones y eso las hace únicas. Andalucía es rica en costumbres populares y por eso somos universales y uno de los destinos favoritos de millones de personas de todo el mundo, que nos aportan riqueza económica.

Que desde otra región española atenten contra nuestras tradiciones, es decir, contra nuestra identidad cultural, deberíamos entenderlo como una clara provocación o declaración de guerra. Nadie está obligado a ser rociero, pero en Cataluña saben que los hay en todo el mundo, hasta en esa importante región de España. Yo lo soy  a mi manera y me gusta ir al Rocío cualquier día del año tranquilo, escuchar la misa del sábado y pasear de noche por la Aldea.

Pero yo no me río ni insulto a quienes  bailan sardanas o viven sus muchas romerías en Cataluña. Por tanto, como andaluz de pura cepa me fastidia  que en una televisión pública de una región de España se ofenda a la Virgen del Rocío o a los rocieros. Con mal gusto, además, y sin gracia alguna, aunque lo llamen «humor».

Tienen la gracia en el culo, como las avispas. Dicho con educación, ¿vale? He leído tantas barbaridades en las redes sociales sobre este feo asunto que no sé si me ha cabreado más la ofensa a la Reina de Almonte que los insultos en Facebook de los ofendidos. Estos ataques a nuestra tierra no son nuevos. Recuerdo con dolor cuando en los programas de fin de año de TVE, en el franquismo y después, solían aparecer Fernando Esteso o Pajares ridiculizando a los cantaores de flamenco. Por supuesto, borrachos y con sombreros de ala ancha. Incultos ridiculizando un arte que con dos siglos de historia nos representa hoy, y entonces también, en todo el mundo.

El flamenco era ya, quizá, el arte más moderno de España y lo ridiculizaban desde la televisión pública. Cada vez que nos ofenden se lía la marimorena, pero se queda en eso, en una pataleta pública tabernaria. Nuestros dirigentes políticos o gobernantes cumplen poniendo algún comentario en Twitter o Facebook, y nada más. Mañana o dentro de un año volverán a atacarnos de nuevo en nombre de la libertad de expresión o el humor, y otra vez los insultos, las descalificaciones y las gilipolleces en las redes sociales. Pero ¿quién nos defiende de verdad de estos mamarrachos que, dicho con educación, no tendrían ni un guantazo?