Opinión

Usted no sabe con quién está hablando

Usted no sabe con quién está hablando

El ministro Bolaños ha querido hacer en Madrid lo mismo que algunos españoles hacen en Feria, Semana Santa, discotecas y hasta restaurantes: colarse hasta el corvejón.

“Usted no sabe con quién está hablando” es la típica coletilla que demuestra que, el que la dice, es un don nadie. Una persona conocida no necesita recurrir a esta frase tan manida para que lo dejen entrar. Es lo mismo que aquello del concejal de Cuenca.

La he visto usar frecuentemente en el control de acceso a estos sitios mencionados anteriormente. En algunas ocasiones, la persona que está encargada de la puerta da su brazo a torcer y deja entrar a este ‘tragatapas’ profesional por miedo a que realmente sea alguien, pero en otras, la respuesta del vigilante es para enmarcar, dejando al experto del gañotazo con la miel en los labios.

Una vez escuché a un chico de seguridad contestarle a uno de estos que no, que no sabía quién era y por eso no entraba. La cara que se le quedó al amigo fue para enmarcar. También he escuchado lo contrario, que sí sabía quién era y por eso tampoco lo dejaba entrar.

Pero no crean que decir esta frase es fácil. Para nada. Hay que ir con una vestimenta y una actitud acorde a ello. Cabeza alta, pecho hacia afuera, traje de chaqueta con más kilómetros que las ruedas de un Tussam y señalando con el dedo índice cuando se pronuncia. Sólo así parecerá creíble.

En el caso, más que plausible, de que no lo dejen entrar, nuestro amigo cogerá el teléfono móvil para hacer como que llama a alguien de dentro. Aprovechará para contarles a los que están esperando fuera que es una vergüenza que no lo dejen entrar y que el que manda dentro no le coge el teléfono porque estará liado. Busca que alguien de la cola empatice con él, pero obviamente nadie dirá nada porque se le ve venir de lejos.

No es muy diferente a lo que ocurre en las redes sociales con las nuevas generaciones. Los jóvenes necesitan el tick azul para sentirse realizados y estos matan por el abrazo del presidente de uno de los clubes  cuando se hace una presentación o el saludo del político de turno para sentirse alguien. Lo que ocurre es que éstos que los saludan no saben realmente con quién están hablando.