Opinión

Violencia política y cultura de la violación

Violencia política y cultura de la violación
Que la pugna política puede ser bronca y desagradable es algo que debe asumir quien se dedica a ella.  La falta de argumentos se sustituye en muchas ocasiones por el insulto y la ya clásica lista de falacias que la filosofía tiene tipificada hace ya bastante tiempo.

Pero en los últimos días hemos asistido al uso público de dos conceptos interesantes, el de violencia política y el de cultura de la violación.

El feminismo tiene un largo recorrido académico que, lamentablemente , no conocen en profundidad ni quienes se autodenominan “mujeres progresistas”.

Y es que el feminismo de oídas  es a la política como la autoayuda  lo es a la psicología ,  una mera retahíla de frases sin contenido alguno.

De ahí que no llame para nada la atención la escandalera que se montó en el Congreso de los Diputados cuando Irene Montero criticó la “violencia  política” de la que estaba siendo víctima. Utilizar la vida personal para menoscabar a quien opina diferente siempre ha sido el recurso del inútil, lo lamentable de este caso es la complacencia de la mayoría con esta actitud.

Lo mismo puede decirse de cuando la ministra habló de «cultura de la violación». Una expresión igualmente asentada en el corpus académico que, lamentablemente, ni siquiera  conocen sus señorías. Lo sorprendente de todo ello es que lejos de asumir su propia estupidez, se enorgullecen de su propia ignorancia.

En medio de este debate no ha pasado desapercibido en la redes sociales (Twitter) unas frases  del exdirigente conservador catalán Ignasi Guardans, que intentó sentar cátedra  (otro listo) con lo que entendía como una posición de consenso: “Se busca urgentemente a una feminista que no grite, que sepa hacer política serena, inteligente, sin tanto grito y sin abroncar a los demás. Y si sabe sonreír, mejor”. Esto lo  escribió en alusión a Montero. Y de esto es de lo que va, precisamente, el debate según este tipo de gente : de la búsqueda de un feminismo que sea del agrado de los hombres.

Lo que hace falta es serenidad de verdad por parte de todos y hacer verdadera pedagogía política que para eso nos representan.