Un arma de doble filo

Un arma de doble filo
Los humanos estamos en constante interacción con nuestro medio, que en unas ocasiones es origen de recompensas y en otras, de peligros. Nuestra relación con el contexto se basa grosso modo en intentar potenciar la fuente que satisfacen nuestras necesidades, (básicas y no tan básicas) y evitar aquellas que pueden suponer una amenaza. 

La evolución de nuestra especie ha ido potenciando mecanismos de huida y/o lucha que nos ayudan a proteger nuestra supervivencia ante la percepción de una amenaza para nuestra integridad y estos mecanismos son adaptativos en el sentido de que os han ayudado a sobrevivir como especie.  

Podríamos convenir entonces que cierto grado de estrés es inherente a la condición humana ya que es experimentado universalmente por todos sus miembros, todos experimentamos cierto nivel de ansiedad o estrés al transitar situaciones en las que hacen falta muchos recursos personales (exámenes, obligaciones sociales importantes, situaciones laborales impredecibles o de mucha demanda,) todos conectamos con alguna situación que hizo que el pulso se nos acelerase más de la cuenta, estos niveles leves de ansiedad nos ayudan a enfrentarnos a situaciones novedosas y que pueden suponer un reto para nosotros. 

Un sistema, en principio protector, en tanto que os ayuda a percibir peligros potenciales y a gestionar y responder situaciones en las que existen un riesgo, puede llegar a interferir limitando muchísimo nuestro día a día. 

Cuando la ansiedad es proporcionada y se manifiesta dentro de unos límites, puede evitar que corramos un peligro, lleguemos tarde al trabajo y nos activemos para hacer correctamente el examen de conducir. 

Pero… ¿qué ocurre cuando este mecanismo se desregulariza y percibe como amenazas situaciones que no suponen un peligro real? 

Cuando sobrepasa ciertos límites puede convertirse en un problema de salud que será más grave cuanto más sufrimiento e interferencia suponga en la vida de la persona. 

La ansiedad implica componentes cognitivos, como anticipaciones amenazantes o pensamientos automáticos negativos; componentes fisiológicos que activan el sistema nervioso autónomo como latidos cardíacos fuertes o rápidos, dolores y molestias inexplicables, mareos y falta de aire y componentes conductuales que implican una inhibición o una sobreactivación motora.

Teniendo en cuenta esto, la ansiedad puede manifestarse como sudoración, temblores, respiración acelerada, presión en el pecho, agitación o nerviosismo, sensación de peligro, insomnio, preocupaciones constantes, necesidad de control, irritabilidad, dificultad para relajarse, problemas de concentración, evitación de ciertas situaciones, etc. 

Muchas personas sufren ansiedad, hay muchas personas que han normalizado vivir con ansiedad. Prácticamente el 100% de las personas hemos tenido o vamos a tener algunos síntomas de ansiedad a lo largo de nuestra vida; un porcentaje elevado de la población presentará síntomas que les va a afectar de modo considerable a su bienestar, y en torno a un 10 y un 15% tendrán algún trastorno de ansiedad, que interferirá en su día a día. Una vez que existe este diagnóstico lo más aconsejable es consultar a un especialista en salud metal. 

Pero, ¿podemos de alguna forma prevenir la ansiedad y el estrés? Teniendo en cuenta siempre que la ansiedad depende de múltiples variables, personales, biológicas y situaciones, en este diván queremos aportar nociones sobre los factores entre los incidir para prevenir o reducir la ansiedad:

•    Llevar una dieta sana, sin alimentos que exciten el sistema nervioso, usar el tiempo de la comida como un espacio de ruptura de las responsabilidades diarias, sería ideal aprovechar la comida para hacer vida familiar o social. 
•    Sueño suficiente y reparador; tenemos un ritmo circadiano, una especie de reloj biológico que nos dice cuando dormir y cuando despertarnos, hacer de la noche el día puede afectar a numerosos sistemas. 
•    Fomentar actividades de ocio, cultura, aficiones de calidad. Si es acompañados mejor que mejor, somos una especie social, nos tranquiliza formar parte de un grupo. Cuida de tu red social, es realmente un salvavidas en momentos de marejada. 
•    Potenciar relaciones sociales que supongan una ruptura con las actividades laborales: El trabajo se queda en el trabajo. 
•    Ejercicio físico, más relajante será cuanto más en contacto con la naturaleza estemos.
•    Organización del tiempo realista y estructurado. Haz menos cosas, pero llega a hacerlas bien, podremos con todo, pero no con todo a la vez. Prioriza, si no podemos con todo, elimina lo que no es importante, estar más tranquilo también es decidir de qué voy a desprenderme. No todo es importante. 
•    Distingue necesidades de deseos, una cosa es necesitar y otra cosa es querer. Párate, analiza si eso que crees tan importante e realmente tan importante. 
•    Afrontar los problemas a medida que nos van surgiendo, reconocer nuestra responsabilidad si hemos hecho algo inadecuadamente y actuar en consecuencia, pero también reconocer cuando lo hacemos bien y felicitarnos por nuestra capacidad, potenciar una mirada generosa para con nosotros mismos. 
•    Establecer relaciones de corresponsabilidad en tareas del hogar y crianza de hijos. Repartir las necesidades de todos los miembros de la familia de forma equitativa. Las necesidades de nuestros familiares (hijos, pareja, progenitores) son muy importantes, exactamente igual de importantes que las propias. 
•    Un arma muy poderosa para enfrentarnos a nuestro día a día es el sentido del humor, no solo alivia su carga mental, sino que realmente provoca cambios físicos en el cuerpo, 
•    Comparte tus preocupaciones, una carga entre dos es menos carga.

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