Paraíso limitado
El cielo azul en el que se reflejaba el mar
hacia decir a las aguas cristalinas del arroyo
hasta donde el verde prado
debe iniciar los montes, las montañas y el horizonte
dentado.
Y en aquel lugar una mujer sentada
en el regazo de un hombre
reposaba con la primera mirada perdida a lo lejos,
con el primer halo de sosiego mientras él,
recostado apoyando su brazo
sobre la verde hierba impregnada aún de un abundante
rocío mostraba de nuevo, por primera vez,
el agrado y deleite conquistados por una mujer.
Jamás alguien había pisado esa tierra,
llenado con su presencia,
compartido con otros seres.
Y antes de ello el hombre tomó la mano de la mujer,
siendo como un ligero hilo en un fuerte hilar
y en ese momento un reflejo del cielo, el mar y la tierra
descansaron sobre las manos entrelazadas de ambos
uniéndose así; la más infinitesimal partícula de tierra
con lo inconmensurable del infinito.